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La Niña de Shambala por M. A. Padron


La niña azotada por la pequeña vida que tuvo, se escapa de su casa, de las torturas mentales.
Sale corriendo con rumbo conocido, las montañas de Shambala, que tanto ha escuchado nombrar en sus sueños.
La nieve enfría su cuerpo, pero no descansa ni un trazo. Se aleja de una oscuridad que corroe su alma.
A medio camino, y días sin dormir, se esconde en una cueva, donde el oso parece dormir.
-Yo también estuve caminando a Shambala, le dijo. Pero una tormenta me trajo aquí, desistí y morí. Renací como oso, pero tengo miedo de volver a caminar. Sigue niña, yo te daré calor, y sigue en la mañana.
Así lo hizo, despidiéndose del oso, regalando una parte de su pequeño tesoro, un pañuelo que su madre le tejió antes de morir. Se lo ató en una pata, para que no lo pierda.

Así, descansada, trepo las cumbres empinadas. Las manos callosas dejaban paso a la sangre.
Casi cae varias veces, y muchas oportunidades vio como una cabra la espiaba.
Llegó a una piedra blanca, y allí estaba la cabra esperándola.
- Esta es mi tierra,- con tono altanero-, dime por qué molestas a mis piedras.
La niña le explico de su huida, y su camino hacia el Shambala.
- Una vez, mi padre y yo queríamos llegar a ese lugar, para salvar a mi hermana de una terrible enfermedad, el murió resbalándose por esta montaña, y yo por estar atado a él también caí. Te diré por donde trepar, para no caer en desgracia.
Días y días, la cabra la miro en la lejanía, cada tanto, se acercaba para decirle por donde seguir.
Es así que pudo retar a la montaña y llegar a la punta, donde la esperaba una llanura en lo alto.
De su bolso, sacó una bufanda, se la ató al cuello, y se despidió de la cabra.

Después de mucho caminar, encontró un río, y llenó su cantimplora vacía. En eso, un babuino se adelanto, quitándole la cantimplora.
- ¡Quien te ha dado permiso o excusa para tomar de mi agua! ¡Dime rápido o sino me desvaneceré en la lejanía, y no verás esta cantimplora!
La niña le contó titubeante su travesía, y el mono acepto su disculpa.
-Yo buscaba redención, yendo a ese lugar, era un ladrón quien mató por oro, pero morí debajo de ese árbol, de cansancio y sed. Te traeré frutas para que no desfallezcas.
El mono se alejo, y en un rato, trajo frutas de un lugar desconocido para ella.
Comió y bebió, no en demasía, para no ser descortés; y de regalo, le dio un anillo de oro, para que recuerde viejos tiempos, y reanude su camino hacia la redención.

Llegó a las puertas de un gran castillo rojo y dorado. Toco, y esperó. Dos días pasaron, y la lluvia llegó. En eso, un búho pasó sin querer, y la vio. Bajo y preguntó porque alguien vivo quería entrar al paraíso. Ella no entendía sobre que hablaba.
-Estas son las puertas al paraíso, solo los muertos pueden entrar y descansar de la vida. Es un sueño de las almas, para renacer cuando es debido. ¿Porque alguien con aliento para derrochar, quiere entrar a un lugar así?
Ella le explico que esta en camino hacia Shambala, no hacia el paraíso.
-Entonces da la vuelta, porque aquí no es, rodea hasta llegar a un puente y sigue derecho. No importa si tomas derecha o izquierda, da lo mismo.
Le dio las gracias y le dio la envoltura del único chocolate que había probado en su vida.
-Y un último consejo, si alguien sale de allí, no aceptes entrar, los Ángeles siempre están dispuestos a que los humanos ingresen en su casa. Mientras renacemos, nunca podremos llegar a ser como ellos. Nos estancan. Yo fui un ángel una vez, pero me convertí en búho para liberarme y ayudar a quienes caminan por estos lugares, las almas que entran al paraíso necesitan saber que fallaron. No es bueno volver una y otra vez a ese lugar.
Se despidió del búho que una vez fue ángel entre Ángeles, y camino por un costado.
En ese momento, un ángel abrió la puerta, y el búho le dijo; -No esta vez, ella es más inteligente, no caerá en su trampa. Su alma es fuerte si llego hasta aquí, podrá llegar al Nirvana, si realmente lo desea.

Así recorrió toda la pared hasta llegar a un puente gigante de madera, donde dos esfinges custodiaban.
Nadie entra sin haber sido sabio en vida.
Nadie entra sin haber respondido una pregunta.
Nadie entra sin haber calmado su espíritu.
La niña respondió, que ella no sabia si había sido sabia, ni si su espíritu estaba calmo. Ella cruzaría aun sin saber eso, porque deseaba llegar al Shambala.
Las esfinges le preguntaron, ¿Porque no temes?
Porque sino cruzo, no habré vivido en realidad. Y todo habrá sido un preludio a la nada.
Y cruzó, las esfinges ya habían hecho su pregunta, y no podían hacer otra. La curiosidad las llevo a preguntar sin pensar. Cruzo y llego al otro lado, sin saber si era sabia, sin conocer si su alma estaba calma. Y con dos esfinges milenarias pensando en aquella niña, si de verdad sólo podían cruzar el puente los sabios y de alma tranquila.

Cuando llego a un basto mar, de olas revoltosas, pensó cómo podía cruzarlo. Trato nadando, pero la marea la devolvía una y otra vez.
Recorrió la orilla buscando un bote, una rama, o algún alma que la ayude.
Sin embargo solo encontró arena húmeda debajo de sus pies. En la noche, la despierta un zumbido, casi electrónico. Un murciélago al despierta y le pregunta, ¿Qué haces durmiendo en el mar?
Le explica que quiere cruzarlo, mas no sabe cómo.
-Debes hacerte un bote, dice el murciélago. Yo te enseñaré, antes de ser este animalejo, era un gran navegante de estas aguas, pescaba leviatanes y serpientes de mar, pero un día me levante siendo este pobre ser sin fuerza, que sólo come insectos. Será mi castigo, por matar entes monstruosos, que no hacían ningún mal a nadie. Solo buscaba la gloria en el mar.
En la noche yo te diré como cortar la leña cercana. Pero tendrás que caminar hacia el bosque, y mi vieja cabaña.
Entonces la niña siguió los chillidos del murciélago, adentrándose en un bosque de antiguos y quejumbrosos pinos. Las astillas no penetraban su ropa, por suerte.
En eso llego al hogar de murciélago. Entró, y lo primero que hizo es ir a la cama.
-No! A la noche vivaras, de día dormirás, sino no podrás construir tu barca.
Así fue, que en 6 meses, poco a poco, noche a noche, juntando madera, y usando partes de la antigua barca del marinero, que construyó un pequeño bote.
Era de noche, y la Luna centelleaba en el cielo. La niña trato de regalarle un pedazo de cadena de oro, que él rechazo.
-Si quieres darme las gracias, déjame ir contigo. Yo debo morir en el mar, no en la tierra.
Entonces los dos se subieron, marinero y niña, al mar lleno de grandes seres.
El marinero sabía, que si uno se adentra en la noche, hasta no salir del mar, ésta seria eterna. El sol no aparece. Y sí los monstruos.
A lo lejano, un lomo puntiagudo se asoma. El marino buscaba gloria a pesar de su pequeño tamaño.
Salio el Leviatán, el mas grande que había visto en su vida. La niña aterrada, no hizo movimiento.
- Niña, no tengo nada contra ti. Tú eres pura y puedes navegar mis tierras. Yo, el rey del mar, te lo prometo. Mas no a tu compañero, asesino de nuestra raza, raza nacida hace eones.
Yo luchare contra ti, gran rey monstruo, y moriré con gloria.
En ese instante, el marino volvió a su forma humana, desnudo y con furia, lucho contra el gigante, se hundieron en lo profundo del mar, sin ganar ni perder, sino convirtiéndose en mito.
La niña escoltada por sirenas que le cantaban cuando dormía, y por serpientes de mar interminables que contaban sobre reinos antiguos; llegó a la costa. Regalándole a cada uno, lo que podía. Quedándose solo con su bolso vacío.
Se despidió y camino hacia la llanura, y vio un camino casi imperceptible.
Recorrerlo fue fácil, el cielo era majestuoso y el sol no golpeaba. La noche le entregaba brisas refrescantes, y lluvias para su sed. Sin cruzarse con nadie, ningún ángel ser animal o topo. Después de una larga caminata, el camino se dividía en dos. No quiso dejarlo a la suerte, así que espero en un manzano cercano, por si venia alguien que sepa.
Espero un mes, al abrigo del árbol. Y en eso, un hombre de plata, con pasos resonantes, venia por un camino.
-¿Que quieres niña?, le dijo, al encontrar a la pequeña.
-Ah! El camino hacia Shambala!, pues, no debes tomar el recorrido donde yo provengo, sino el contrario. Sino llegarás a otras tierras donde no hay humanos, sino almas que aún no quisieron bajar a la tierra. Yo soy una de ellas, pero me he llenado de valor, porque quiero entrar en el Shambala, aunque me tarde miles de milenios. Es cómico, cómo estando tan cerca de ese lugar, sin embargo somos los que estamos tan lejanos.
No hubieras esperado que alguien pasara, tuviste suerte de no esperar un par de cientos de años. Si fueras astuta, le preguntarías al manzano. Dale las gracias por haberte cuidado antes de irte.
La niña, le da las gracias por su ayuda, y le entrega su bolso vacío, penándose porque no tiene otra cosa de valor.
- Esto es de mucho valor para mi, mi vida esta empezando, y este bolso lo llenaré con lo que me toque en el universo. Suerte con tu viaje, niña caminante.
Antes de retomar su viaje, le dio las gracias al árbol, y le pidió disculpas de no haber preguntado a él antes por la dirección.
El manzano acepto sus disculpas, y dijo,
- No eres la única ni la ultima. Estuve callado tanto tiempo, que los seres olvidan que hablo. Hasta yo me olvide de saludar cuando venias.
Así siguió por el camino indicado, y al final, el camino se cortaba. Abruptamente. Y una sombra tapaba la luz del sol.
Y dijo:
Eh aquí el Shambala!, la soledad de convertirse en dios, y conocer el misterio. Si así debería ser, deje mis pertenencias, y mis amigos. Sólo el deseo de perdurar esta aquí. ¿Debería dejarlo también?
No hay mas deseo entonces, sólo la nada de la verdad.
No mas alma, sólo mi mente infinita llenando todo el espacio vacío. El universo me crea y yo, lo mato y lo renazco.
Shambala abre las puertas a quien quiere entrar!

Y ella ascendió, comprendió y existió. Porque todo lo anterior es solo un preludio para la verdadera existencia.


Texto agregado el 07-01-2008, y leído por 106 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
07-01-2008 Muy ingenioso e imaginativo. Y te quedaría mucho mejor si lo recortas un poco. Te ganas mis cinco estrellas. 5* zepol
 
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