| La poesía esla nada deseando ser algo.
 Palabras en pie cortado
 que pretenden ser dueñas
 de la página y tinta.
 
 La poesía es
 emociones presuntuosas
 que no quieren quedarse
 en la humilde fugacidad
 del mísero momento.
 
 Ambiciosas ideas que pretenden
 como Platón ser más importantes
 que el ser al que hacen sombras.
 
 Pensamientos que no quieren
 irse a descomponer y hacerse polvo
 en las neuronas que un día perecerán.
 
 Conceptos emocionados,
 ansiosos de escapar
 de las ruinas de aquella casa eléctrica
 donde nadan en líquidos recuerdos,
 donde nacen y viven y perecen.
 
 Poesía es
 un viento de cartón, un aluvión vacío,
 una tormenta desventada,
 huracán sin la hura y sin el can,
 un remolino en el vaso
 sin agua del pensamiento humano.
 
 Poesía es
 una lengua que se cree en la eternidad,
 engañada por libros se sueñan perennes,
 sin saber no son más que ignorantes,
 páginas vacías sucias de imágenes y letras,
 absurdas impresiones que no saben
 que perenne es sólo el viejo helecho
 y el anciano eucalipto,
 que aman la eternidad y ella a ellos,
 pues con placer se entregan
 a esa su vieja regla de la constante muerte.
 
 La poesía es
 es un grupo de manos, pies, cabezas, troncos,
 extremidades, vísceras, palabras, cancerberos,
 leones, jaguares y lirios,
 casas, ríos, trigales que se amarran y exprimen
 y luchan y guerrean todos contra todos
 por enseñorearse y ser dueños absolutos
 de este montón azul de lodo circular
 que los arrastra en el espacio,
 donde hambrientos de eternidad
 quieren durar por siempre
 inocentes del sideral y humilde aserto
 de que estamos a merced de un aerolito
 que nos saque de órbita y estrelle este planeta
 y congele nuestro afán de inmortales
 en la fría oscuridad de un sol muriente,
 de una esfera perdida
 en el hosco poder de ser tragada y expulsada
 y hecha nada en el lugar
 donde decida el artero azar que nos domina,
 que nos trae y nos lleva en fauces de su furia,
 donde el loco universo
 nos hizo y sin querer y sin querer
 nos sacará del libro inexistente de su vida.
 
 Y entonces la poesía será polvo,
 entonces será anhídrido carbónico,
 magnesio, hulla, sucio oro, amargo níquel,
 viento hediondo, fuego fatuo, hielo hirviente.
 
 La poesía quedará
 reducida a la desapasionada
 pasión de la química inorgánica,
 que para nuestro bien se apropiará de toda vida,
 reclamando su derecho a la paz de los metales,
 a ese ácido silencio material que siempre fue lo suyo.
 
 Muriendo la poesía y los poetas,
 mordiendo a toda esta raza vital,
 la raza que respira,
 y dejando el micro y macromundo,
 a nosotros los ácidos, a nosotros los metales,
 volverá la paz que los vivos nos quitaron,
 volverá la rica luz, ha hermosa oscuridad
 que se perdió con la descomposición del óxido y del hidro,
 es decir, que habremos de poder resarcirnos todo el daño
 que al universo hizo
 la culpable agua podrida
 cuando engendró la vida.
 
 Entonces saldrá clara la falsía
 de la inmortalidad, la clásica grandeza,
 de la absurda eternidad de Dante y de Cervantes,
 de Shakespeare trágico y alegre,
 de Yelidá y sus bellos falsos dioses,
 Confucio y Pirandello y de la dulce Safo,
 y veremos que no habrá nada verde qué verles,
 se perderá su oro desorado
 y su mercurio habrá de quedar desmercuriado
 cuando el átomo que arde
 y se descompone en cuánticos fragmentos,
 se acerque a toda cosa pidiéndole ser nada,
 que en fractales falsos se haga trizas,
 y analfabetos de recuerdos quedaremos,
 ágrafos e iletrados como el frío hielo,
 desmemoriados como incendiados aerolitos
 cuyo destino nadie, ni ellos, saben,
 que no conocen puerto de salida ni llegadas
 ni rutas ni final ni principio,
 pues son como seremos: rocas ciegas,
 magma sideral, líquido volante en el espacio
 buscando sin saber a quién quemar
 girando en el manicomio sideral.
 
 Entonces la poesía volverá a ser
 lo que debió haber sido siempre,
 lo que fue toda calle antes de serlo,
 lo que fue el sueño, el renacuajo,
 el semen y el ovario poco antes de existir,
 lo que fue todo lo que es antes de ser:
 volverá hacia la nada, como todo.
 
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