Hombres como tú..., en la tarde nublada. Simple: es una forma de vida escuchando cosas varias..
un favor de tu amante.
---
Román levanta papel que se encuentra en el suelo de la acera, cartas de su amante, mensajes desde el más acá, del más acá de cualquier cosa, del más acá que hace enfriar el corazón de Román en una fiebre de responsabilidad y obedecimiento... obedeciendo órdenes de un amante sin cuerpo que se expresa en cada letra que Román ve. Toda letra de su entorno una carta para él.
Hombres como tú en la tarde nublada. Vale: es simple: una forma de vida, andar de acá para allá en el espacio tiempo ciudad escuchando cosas varias, sin embargo un rumbo poderosísimo en el espacio tiempo del radio de Román despertando demiurgos sobre los que una vez hace tanto tiempo leyó. la respuesta de las figuras, eso era todo... más allá de todo panteismo o neoplatonismo, no copmprende por qué todos esos tipos escribieron si es tan fácil hacerlo ¿Será que los estaban quemando y decidieron retornar para una próxima oportunidad?... ¿escribirse para ellos mismos a sabiendas de que la llama iría a reaccionar? Y ahora todo puede ser tan subterráneo, tan aprovechado el estado total de distracción, que se hacía tan fácil encender demiurgos sin que exista la más mínima oportunidad de ser descubierto.
Cae la niebla en la ciudad y en el cerebro de Román sólo hay música. Bach había muerto, pensó Román y pensaba en los residentes. Había aprendido a reconocerlos, los que llevan ,milenios aquí, sus cuerpos rojos, sus pesuñas de demonios, sus cuernos. Veía también a los de la dimensión negra y lo cierto es que les caían muy bien, poseían alas negras y eran los más veloces que alguna vez vió: de pronto los ves y en un parpadeo se traspasan a ser sombras que se mueven pos sí solas y luego se largan dejando una estela de viento en donde las hojas secas del suelo se elevan a veces hasta más de tres metros de altitud dibujando arcos en los cuales Román se atreve a atravesar para ver qué mundo extraño y hermoso le pinta la dimensión negra... y son mundos tan claros, los hijos de Satanaz. Otras veces coloca toda su atención en las sombras, mientras espera en alguna avenida iluminada, por la armada de la salvación, para ver qué bocado sonriente se meterá hasta alcanzarle el estómago para luego dormir y desenvasarse hacia mundos de sombras en donde se necesita mucha fuerza para poder resitir
Otros días se despierta aquí y es sólo un capítulo muy corto de un libro muy ancho, y no por eso hay lamento, sino todo lo contrario: le gusta la Luna una barbaridad.
El siniestro exagerador cruzó la calle en el justo medio de la noche y Román con ojos hinchados de enfermedad telepática lo observó cruzar la calle con esa aura ultra negra que se adhría a todas las cosas y con esa frecuencia ultra que Román observó que se salía de todo el cuerpo del siniestro exagerador produciendo en él precisamente esos ojos hinchados de enfermedad telepática y es que eran millones de chillidos de seres alados que Román vio ir creciendo de los troncos negros de los árboles del parque de enfrente y esa señal arcoiris en el capó de los carros que relumbraba haciendo parpadear a la Luna de curiosidad. Y Román vio a las figuras negras ir creciendo como mangos desde las ramas de los árboles y crecer más hasta cobrar movimiento proipio y caer con un puf redondo en el suelo gramoso Y Román estaba tan emocionado, por cierto, que quizo detener al siniestro exagerador y verle los ojos, seguramente llamas blancas de locura y de dolor mantenido con disciplina, pero era demasiado tarde: el siniestro exagerador, lo supo Román, no quería a Román tras él, Román debía únicamente observar a los digamos vampiros naciendo y observar también a esa nube nieblosa que de la nada se iba poco a poco formando justo bajo la Luna en una danza tan extraña se dio cuenta Román inclinando poco a poco cada vez más la cabeza absolutamente romantizado por completo de amor de haber tenido la oportunidad única de haber sido él mismo.
|