Somos mamíferos, como dice Rafo, somos mamíferos y moriremos mamándonos como dos enamorados.
No eran los mejores tiempos, tenía el miedo en la sien y la culpa –de prohibirme- batiéndose en mi sistema digestivo, hasta el punto de aceptar a la gastritis crónica. Tenía que compensarlo todo de alguna manera, por lo menos creyendo en cosas que al anochecer me hagan decir frente al espejo: - Estoy bien, todo está bien-. Me creía las canciones de Los Smashing Pumpkins, amaba a Bukowski, y estaba segura de que él también me hubiera amado. Esos meses estaba disfrutando (en exceso) la poesía agria y las cosas extras que la vida ofrece sin tedio ni esfuerzo alguno.
Yo era la nenita que se perdía por las callecitas del Cusco con el disco de Cristina Rosenvinge en el discman, la que odiaba pensar en el olor del vacío, y en el tiempo en el que se quebraría la próxima deriva y al fin, yo con ella.
Un viernes triste de esos, luego de un recital, él, tocó una canción llamada: “Chica Pirata”, desde ahí, amé su sinfonía, y escribí algo con el mismo título -maneras de provocación-, chica pirata era una de las niñas malas, indestructibles, la chica perfecta para una canción de rock and roll, y para un poema de amor, decenas de señoritas enganchadas en negro, con la maña de esconderse tras el pelo alborotado y los ojos envueltos en tristeza, y yo ahí…sólo de pirata.
Hablamos luego de un tiempo, sobre las chicas piratas y Dylan y The Velvet Underground y de nuestros demonios y demás hierbas. Él y yo saboreando el dulzón veneno de Satán.
Su mejor lado, su locura de limón, él era ruido, yo su utopía, éramos estruendo, el mejor aspecto de la libido del amor, nos teníamos entre sabores y malos momentos, llegaríamos pronto a Plutón, una, dos pausas, y luego a continuarla. Él y yo, entonces, hijos de papá burgueses descendientes del barro, donde más tarde, tronaríamos.
Éramos de película, yo era Winona Ryder y él, el joven manos tijera. Éramos Sid y Nancy, caminábamos hasta “El Último Lugar Del Mundo”, nos tirábamos debajo de las copas de los árboles, cerrábamos los ojos y destruíamos el sol sin hacernos daño. Planeábamos ir a París, y abrazarnos sobre la fea tumba de Baudelaire, o lo más cercano aún, ir al infierno a destruir nuestro destino.
18 de octubre, concierto de rock, “La muca” debutaría junto a Despondent Chants, la muca es la mejor banda de noise rock de la ciudad, y me enorgullecía decir que era la banda de “él”, y yo ya era la novia del rock and noise. Me quedé parada adelante, junto al escenario, a tres metros de él, donde sus ojos se hacían menos peligrosos. La muca empezó a tocar
-Oh!, mi canción favorita-.
La emoción me produjo vértigo, San Blas temblaba, la lluvia haría barro todo en pocos minutos y yo cuestionaba mis provocaciones, en realidad iríamos a París o a Paruro a destruir nuestro destino?, seriamos nuestros propios espectros siempre?, nos dejaríamos de tanto romanticismo el día de mi cumpleaños?, nos aburriríamos del cielo para navidad?...Podría matarlo sin proponérmelo y vivir como enamorados…
Entonces doy la vuelta, supuse que me vio saliendo, dejó de sonar su guitarra, salgo camino a casa deseando volver a verlo en el 2012, y “En El Último Lugar Del Mundo“, todo está fuera de consonancia, y al fondo se escuchaba Try Try Try de Smashing Pumpkins.
Tal vez lo intente.
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