Creencias de la city de Buenos Aires.


Estoy sentado en un café.
A dos metros hay una pareja que acaba de llegar y se nota que no son pareja, son socios. Los próximos veinte minutos ella lo quiere convencer de que no lo pelea, sólo quiere hacerle entender que la cosa salió mal, y él se pone a la defensiva y contraataca. Cuando me voy, de reojo, veo que ella está vestida de rojo, él de azul.

Thomas Edison, hace más de 200 años, averiguó que las cosas no nacen con un color, de que como les cae la luz, es lo que les da color.
Tuvo que descubrirlo Edison para que se lo considerara cosa seria.
La colorimetría está científicamente comprobada y podemos simplificarla así: el arco iris comienza por el amarillo de un lado, verde y celeste en el medio, azules y violeta en al final.
El violeta refleja intelectualidad, por eso los obispos lo usan, “para estar más arriba, con Dios”.
El violeta está al final de la escala de colores, lejos del centro, que es verde, de la biología, lejos de lo terrenal del verde, lejos de la tierra y lejos de lo divertido del amarillo, en el lado opuesto.
Ahora bien, el violeta, bordeaux o borra vino, cerca de la cara, te dará ese aire intelectual para rendir un examen o sentarte a la mesa de gente leída.
Por eso: violeta: intelecto. Para un examen o entrevista de trabajo no creativo.

El verde y el celeste están en el medio del arco iris. Si preguntan a alguien y nombra esos colores como sus favoritos, es seguramente gente centrada, clásica, no innovadora y ferviente defensora de su status quo. El verde además tranquiliza y al que le gusta el verde, no le agradan mucho los cambios.
El celeste adormece en los dormitorios. Los arquitectos lo saben.

El azul es bueno para negociar (el hombre del bar se sentía atacado por el rojo de su socia, ella en cambio lo veía negociador, a él con su ropa azul).
El gris también es negociador y según el color de la piel, van mejor unos que otros. Por algo usamos colores grises y azules en la city. Negocian, no se imponen, no combaten, se abren al otro, son bien neutros en su significado.

El negro es autoritario y todopoderoso.

El naranja (dorados también) es amistoso. Por eso no cerramos negocios con trajes ni nada naranja ya que mucha sonrisa quita poder. En una fiesta prueben ponerse algo en la gama del naranja (terracota) y la gente se acercará. Por algo el pelirrojo es siempre el divertido o amistoso de la clase, de entrada al menos.

El error de nuestra protagonista del café, fue ir a negociar una solución vistiendo un color guerrero: el rojo abre puertas, se mete en los lugares que otros no irían, apela a todo el mundo y desde ya, se necesita pasión para ser rojo. Se ligan los golpes de ser el primero, pero también los aplausos.
Si es frontal, úselo con cautela. Si es tímido, se acercarán, pero también le plantearán cosas, debe estar preparado.

Estos son a grandes rasgos los conceptos de los colores que se aprenden en la city porteña. Si se anima , aprovéchelos y úselos.