De calles y ciegos
Iba el ciego avanzando a tientas por la calle, temeroso, siempre dudando en dar el siguiente paso, como preguntándose si lo que pisará ahora es un pedazo de cemento o de nube. De vez en cuando choca con la vitrina de una tienda, con algún poste o letrero del tránsito, pero con personas jamás, la multitud siempre lo esquiva, se abre en dos brazos que vuelven a fundirse cuando él queda atrás. En sentido contrario viene hacia él otro ser privado de la vista, con el mismo caminar inseguro, zigzagueante. De pronto el par de bastones se enreda, los hombres se detienen y sonríen, Mira qué casualidad, como si nos hubiéramos puesto de acuerdo. Platican un rato, se van conociendo, viven. El resto de los transeúntes, los que creen ver sólo por abrir los ojos, siguen caminando sin siquiera saludarse, mirando sus relojes y apurando el paso, se empujan entre sí como animales enfurecidos. Quién sabe cuándo lleguen a encontrarse.
J.O.O.
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