TU COMUNIDAD DE CUENTOS EN INTERNET
Noticias Foro Mesa Azul

Inicio / Cuenteros Locales / aac / Entre flores y mariposas

[C:329832]

Leyendas y cazadores

Mis compañeros, me lo tomaron a broma y siguieron andando y charlando animadamente, sin hacerme demasiado caso e invitando a que no me hiciera el remolón y apurara el paso, que aún faltaban bastantes kilómetros hasta la zona delimitada como área osera y donde se pensaba que podría haber alguna hembra con cría. Entre lo rezagado que ya venía cuando me paré para observar la pisada y el tiempo empleado en la búsqueda de huellas, estábamos bastante distanciados como para entendernos sin hablar a voces, que yo no quería por miedo a llamar la atención de algún animal dormido o escondido, por lo que decidí recoger el excremento con una bolsa de las que llevaba en la mochila y a pesar de mis mermadas fuerzas, inicié una carrera hasta alcanzarles. Me miraron como sorprendidos y preocupados al verme congestionado, sudando a borbotones y tan sofocado como si acabara de escapar de las garras de un oso, según me dijeron. Mostré el contenido de la bolsa y fue entonces, cuando se percataron de que no era ninguna broma y que podíamos ser sorprendidos por algún peligro. Estábamos en esas, cuando aparecieron a caballo, lo que creímos dos cazadores por las escopetas que portaban sobre el hombro, pero que se trataba de dos ganaderos en busca de la bestia, que esa mismo día les había matado dos terneros, en una braña cercana y donde pastoreaba un rebaño de sus vacas. Pensaban que se trataba de una hembra y de tamaño bastante grande. También se sorprendieron de que pudiéramos pasear por aquella zona sin una mínima defensa personal como palos, bastones, cuchillos o escopeta o un simple perro, que avisara y en caso de apuro, distrajera a cualquier animal que pudiéramos encontrar en el camino. Nuestro equipaje e indumentaria silvestre en aquel momento, consistía en botas, pantalones de loneta con bosillos por todas partes, incluso en las perneras, una pequeña mochila con algo de ropa y comida, sombrero de tela, gafas de sol y la bolsa para aparejos fotográficos. Por el calor, nos habíamos quitado la camiseta y salvo los tirantes de las bolsas colgadas al hombro, íbamos desnudos de cintura para arriba y luciendo blancos y apetitosos bocados a cualquier carnívoro con algo de hambre. Las manos, ocupadas con una pequeña botella de plástico con agua y la máquina de fotos desenfundada y en posición de disparo, que realizábamos sobre cualquier punto y con el que, estábamos seguros de llegar a ganar el próximo concurso de “paisajes con encanto”.

En la primera media hora de trayecto, realizamos tantos disparos fotográficos que a estas alturas, más que improvisados reporteros gráficos, podríamos pasar perfectamente, por idiotas urbanitas o infelices cazadores de ilusiones, con actos reflejos, impulsivos e indiscriminados, realizando tomas en movimientos tranquilos y espaciados entre disparo y disparo, con solo estirar el brazo hacia objetivos indeterminados, como quien caza mariposas. Esa sensación y la fragilidad de nuestro aspecto frente a cualquier peligro, debió ser la causa para que nuestros oportunos visitantes, se brindaran a acompañarnos hasta la salida del bosque. Señalaron y pudimos comprobar, que no había cobertura telefónica, ni otra manera de avisar de cualquier contratiempo, que no fuera con un disparo, hacer fuego o ingeniárselas como hacen los protagonistas de las películas americanas. Entre los tres, tampoco llevábamos ni un mechero.

Apeados de sus monturas, se dirigieron a un grupo de arbustos cercanos con algo de sombra para los caballos, sacaron una bota de las de vino y se sentaron en aptitud de invitarnos a acompañarles, lo que hicimos gustosos y agradecidos. Empezaron por preguntar de dónde veníamos y qué objetivo teníamos en el bosque. A pesar de ser una zona libre de tránsito, aunque vedada de caza, no entendían nuestra osadía de embarcarnos, sin unos mínimos medios y preparación, en una aventura de este calibre. El bosque, dijeron, es todo un mundo en si mismo, con su particular organización emanada de las leyes de la propia naturaleza y donde impera el más fuerte, el más sigiloso, el más veloz, el mejor camuflado. En el bosque nunca se ve nada, pero está poblado de seres vivos que vigilan, acechan, huelen, y ven para protegerse y, ante cualquier descuido o síntoma de debilidad, matan para comer y para alimentar a sus retoños; también para evitar peligros. No hay oportunidad para la improvisación, para el descuido, para el descanso que, incluso para descansar hace falta ocultarse en un refugio o formar parte de un grupo donde algunos permanezcan vigilantes, para evitar cualquier sorpresa. En el bosque todo es comestible, no hay nada inservible, todo tiene algún aprovechamiento. Existe una cadena tan bien organizada y tan dependiente, que los desechos de los más fuertes, alimentan a los siguientes y así hasta el final, que vuelve a ser el principio, como una gran noria donde todos desean subir a la parte más alta, pero para conseguirlo, también vuelven a la más baja, pasando todos por todo y por lo mismo. Entre unos y otros y todos interdependientes, forman ese mundo mágico, hermoso, aventurero e idílico donde nacen las fuentes, viven los árboles, vuelan las águilas, vigilan las fieras y pasean y juegan los pájaros, las ardillas y los cachorros de todas las especies.

En el bosque, todos huyen del hombre; algunos porque no les gustan nuestros olores artificiales y asquerosos para su mundo; muchos, por nuestro aspecto desnudo y cubierto de elementos de difícil digestión, como gomas, hebillas, correas, zapatos, cadenas, relojes, telas y demás abalorios de adorno y acicalado personal y todos, por miedo a nuestras armas, nuestra pólvora, nuestra agresividad sin límite. No saben leer, ni siquiera pueden consultar en Internet o la biblioteca, pero tienen el elemento más eficaz de conservación, que es el instinto. Solo el miedo y situaciones de peligro y necesidad, provocan la prevención, el sigilo, estar alerta, como elementos importantes de la memoria y que todas las especies transmiten en sus genes a los descendientes. Además del instinto de conservación, los animales del bosque tienen muy desarrollado su olfato, la vista, el oído y el sentido común, contrariamente a lo que nos sucede a los humanos, que vivimos en un mundo aparente y atrofiado, como nuestra ridícula indumentaria, como acabo de comprobar, comparando con la coherencia de vestuario y elementos auxiliares, que acompaña a nuestros salvadores.

Siguieron con historias de caza y del bosque, pero con hazañas tan pintorescas y llenas de heroicidad, que me parecieron más adornos y leyendas de cazadores, que realidades tangibles como nuestra excursión. Además de mi fragilidad aparente e inexperiencia total por ser mi primer encuentro con el bosque, comenté mi imposibilidad para escapar de cualquier peligro por mi reciente operación con lo que, de inmediato, me ofrecieron realizar el trayecto de vuelta en uno de sus caballos. A pesar de todas las negativas que hice, se pusieron tan testarudos que no tuve más remedio que aceptar y me colocaran encima de uno de aquellos caballos, inquieto, lleno de moscas y que hasta parecía receloso y nada contento de ser montado por un extraño.

Iniciamos el regreso y yo, más que montado sobre el caballo, haciendo equilibrios y sujetando con las piernas y las manos para no caerme, a pesar de ir despacio y al paso de toda la comitiva. Hasta llegar a la zona de arbolado, más llana y de tránsito fácil, había que recorrer como medio kilómetro por el pedregal, cuesta abajo, con muchos altibajos e impedimentos de todo tipo, que hacían imposible el recorrido en recto y con un itinerario previsible, con lo que el caballo caminaba serpenteando y a su antojo, con continuos cambios de rumbo, que dificultaba mantenerme erguido y seguro sobre la montura. Era tal la tensión y el miedo a hacer el ridículo, intentando poner fin a la travesía sobre el caballo, que me mantuve como pude y ni me di cuenta de las consecuencias en la zona operada, hasta que ya en el arbolado, mi amigo Ricardo se alarmó al ver la sangre que manchaba mis pantalones y la silla del caballo.

Texto agregado el 04-01-2008, y leído por 974 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
20-02-2010 me gusto la descripcion sencilla y original felicidades Rocxy
05-01-2008 me sorprende tu capacidad,envidiable sanamente,desde luego,de tus narraciones.Has creado un enganche con estas historias aparentemente normales.Te sigo,lo sabes. australi-a
 
Para escribir comentarios debes ingresar a la Comunidad: Login


[ Privacidad | Términos y Condiciones | Reglamento | Contacto | Equipo | Preguntas Frecuentes | Haz tu aporte! ]