Murciélagos recorren las aguas nítidas de la noche,
el cielo se pierde entre morados, que atraído por diminutas notas
corre fugas entre espesores acústicos voraces.
A ésta hora el amor que tuve me mantiene bailando,
él que nunca saque de entre mis morados libros.
Ahora ya con años luz entre nosotros y buenos licores por beber,
ver volar bichos por la noche es tan gélido como leer el diario sin calcetines.
Días que fueron solamente días,
sin labios, ni abundante aliento.
Días menos que barrí al despertarme.
Dicen que te marchaste por siempre,
–Rumores-,
Chatas frases que mezclaron su vuelo con murciélagos,
son el rescoldo de buenos rumores para seguir danzando.
Sin bebida tibia,
no ví que partieras,
en cambio oí solo mi soez
adiós entre sueños.
Es el movimiento el que no me deja escapar de la baraña del tiempo,
te saque antes de amarte y después ya no estabas vestida como solías.
Me dejaste dormido y ya nunca más regrese, no salí a buscarte,
me atoré en el cansancio y ni por error corrí tras tu autobús.
Dejé de dormir el día que soñé ya sin ti,
sólo en esporádicas melodías vuelves de vez en cuando,
sin color,
sin luz,
y con el contraste matiz de tus suaves labios.
Un pasado genial sin tiempo exacto para suspirar.
Tiempo, esparcido bajo el polvo de tu cuerpo.
Ya he de recordar un espléndido color morado,
con voz a muerte exquisita y reclamos truncados de amor.
Mientras, bailo frenético para sacarme tu enorme rostro,
al ritmo de algo que nunca bailaremos.
Estrujante reclamo que se fue sin sacarme de la cama
y de la mano del cansancio en una noche que no era mía.
Sin detenerte, deje de respirar de tus cabellos y ya no volviste.
Estas notas electro, de azules y vagos amarillos,
de azules cielo y naranjas exactos, con morados pasión.
Se deja morir y se revive de cuando en cuando,
cuando la nada ya es de por medio, sin música universal
que fue tuya como bailable, para dejar de ser de tuya.
Pix.
|