había caminado tanto tiempo que tuve que detenerme. vi un tronco seco al lado de un río y sentí ganas de sentarme y descansar sobre él. ya echado, escuché una voz cerca de mí. abrí los ojos y era un hombre idéntico a mí. ¿quién eres?, preguntó. callé, no supe qué decir, es mas, no podía articular una palabra por obvias razones. el tipo idéntico a mí dijo que no podía creer lo que veía, así que cogió un báculo y me lo tiró por la cabeza una y otra vez hasta dejarme totalmente muerto o inconciente. fue raro, pues aún podía decidir si deseaba vivir o no; decidí vivir, y cuando hice esto, todos los dolores del mundo penetraron en todas partes de mi cuerpo. iba a abrir los ojos pero no los tenía. mi cuerpo era un amasijo de sangre y carne, pero podía respirar, así que respiré con fuerza, cada vez mas fuerte hasta que junté fuerzas imposibles de creer. no sé cómo me paré porque mis piernas estaban rotas, pero allí estaba y, aunque sin ojos, sentí que el hombre idéntico a mí estaba lleno de horror y terror. ¡¿quién eres?!, volvió a decir... y fue allí que le dije algo que nunca olvidaré: yo no sé... luego, decidí morir, y morí aunque esto de morir es tan especial, pues es como quien se quita todos los dolores y se mete en un viaje de caídas y subidas sin final ni inicio... todo es así hasta que uno llega a una especie de luminosidad y cuando se está frente a frente a ella, escucha: eres luz, no lo olvides, y ve, y vuelve, y tráeme recuerdos de amor y bellos momentos... uno dice que sí y vuelve, y despierta en forma de una rama, una hoja, un silbido de ave, un pedazo de nieve, una gota de río, una uña de perro... en tantas cosas se vuelve, y no se recuerda nada hasta que llega la mano imaginaria de un sueño y te zamarrea hasta dejarte sobre el sueño de un ser creado de sueños, y allí navegas como un pez, con los ojos viendo la eternidad del instante, del todo encerrado en la nada, y allí, es tan hermoso...
san isidro, enero del 2007
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