Seré rey en sus manos,
magia en sus dedos,
luz en sus ojos,
alegría en su sonrisa,
si algún día me desea.
Hoy, soy mendigo en su ausencia,
el hambre del cariño,
el semitono discorde,
la cuerda rota de un piano,
que compondría su tema favorito.
Soy la espera incesante,
de un sueño dormido,
la gesta de la fé,
el padre del pesimismo,
junto al fin de este martirio.
La admiración prima,
de la belleza de su alma,
el ritmo constante,
de sus sentimientos,
sumergidos en el aire.
Seria usted entonces,
el comienzo del fin,
el acorde perfecto,
para tocar una melodía,
que resonase tan fuerte,
como este corazón, cuando recuerda su nombre. |