Es difícil reconocer que se padece de un mal incurable, para mí lo es, pero ahora que pasan los años y mi enfermedad persiste en carcomerme el pensamiento y con ello desgasta mi vida, mi alma, mis deseos de vivir y ser feliz, creo que debo aprender a convivir con ella. Ella es una enfermedad muy terca, se ha enraizado en mi inconciente, no me deja de día ni de noche, ella se asegura que yo la tenga presente, y emerge de mis sueños a mi realidad, no permite que otros sentimientos florezcan en su reemplazo, es celosa como su propio nombre, celosa, celosísima. A veces odio a esta enfermedad, y quisiera que ella muera junto conmigo, creo a veces que sería la única manera de deshacerme de ella, ya que ni la ayuda de los médicos, ni los medicamentos han logrado que yo pueda mejorar, pero hay prioridades que atender en el tormento que significa mi vida, y esas prioridades son mis hijos, así que le guste o no a mi enfermedad ha de permanecer ayudándome a sacar adelante a mis pequeños. Todo mi invadido cuerpo, magullado y adolorido por las heridas invisibles que causa mi enfermedad, saca fuerzas para fingir una sonrisa, para trabajar y maquillarme, para conversar y tratar de ser lo mas normal posible, solo que la venganza de mi enfermedad es peor que la propia ella, mi llanto lo sabe, mi pobre cabeza lo sabe, mis temblorosas manos lo saben, cuando a solas me enfrenta y ella danza su ritmo vengativo lanzándome a barrancos espinosos donde mis dolores se vuelven llagas vivas de heridas sangrantes.
Han analizado mi caso reiteradas veces, pero creo que mi enfermedad los analiza a ellos, se amolda a ciertos medicamentos, pero los absorbe y se embriaga con ellos, pronto se hacen sus aliados y cuanta más droga ingiero, mas fuerte se hace mi enfermedad, al final ella se ríe de los médicos, de las pastillas, inyecciones y lo peor que se burla de mí.
Por eso se que es incurable. Recuerdo que era una mujer normal, llena de sentimientos positivos, con el único afán de amar y ser amada, tener una familia y vivir acorde a lo que Dios manda, pero un día una tormenta invadió mi lúcida cabeza, esa tormenta iba armada del veneno más poderoso que pueda cargar un chisme, y yo estaba tan desprotegida ante esa maldad, dejé que ese veneno alcance lo más profundo de mis entrañas, se posó en mis células y ahora de allí se multiplica por todo mi ser, hasta dejarlo podrido, creo que no descansará hasta dejarme pulverizada, pero en tanto, viviré y de esa poca vida que llevo, trataré de dar luces de esperanza a mis pequeños, abrazarlos y hacerlos soñar con los pies en la tierra, que es maravilloso ser humano, pero que debemos estar preparados para todo, por ejemplo yo no estaba preparada para superar una supuesta infidelidad, pero es necesario que ellos sepan que no hay nada eterno, que el amor tiene fecha de caducidad, deben saber que la vida así como el agua turbia se aclara a través de su recorrido, los momentos dolorosos deben ser eso, solo momentos, cuanto menos duren mejor. En mi caso, yo no tengo esa capacidad de olvidar, me criaron cuan flor intocable en un jardín sin espinas, soy niña, la más temerosa de las que hay, la más triste, la más sola, aunque me protejan, aunque me regalen felicidad, aunque siempre estén al lado mío, soy niña en un cuerpo de adulta.
El chisme es un asesino, uno de los mas crueles, a veces demora tanto en conseguir eliminar a su víctima, lo deja en una constante agonía, por mucho tiempo, y disfruta con el dolor ajeno, se disfraza de solidario, de amable, un perfecto samaritano, introduce su punzón venenoso y huye, al final es solo un asesino cobarde, no tiene nada de héroe. Tuve el infortunio de ser víctima de un chisme que traía un mensaje definitivamente destructor para mí: “te engañó con mi amiga”, “hay testigos…”, “pobre de ti…tú tan buena y él uno más de los vulgares..”. Lo demás para qué recordarlo. A algunas personas les puede parecer superable, hasta gracioso les parece el hecho que yo haya permitido que mi vida se destruya por un chisme. Solo se que habemos seres tan vulnerables, frágiles ante la maldad del mundo, espero que alguna vez comprendan este dolor que llevo, no se si con causa o sin ella, estoy poseída de celos, de dolor, vivo con el corazón partido y con el alma rota. Perdí la confianza, por poco enloquezco, y no creo en el amor, que era lo único que me motivaba, estaba llena de amor, creí merecer reciprocidad; por eso es mejor estar preparada para todo, no hay nada definitivo.
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