5-LA HISTORIA DE MARCEL
Luego de que el androide se destruyera me puse a caminar por el pasillo, que era mucho más largo de lo que esperaba, llegué hasta lo que pensé, era el final del pasillo, pero no había nada de eso, había una puerta metálica al lado derecho, que se abrió cuando estuve cerca de ella, ahí el pasillo continuaba, prolongándose en una curva, hasta dónde me alcanzaba la vista.
Comencé a caminar por él, buscando alguna manera de llegar a la salida del edificio, pero solamente había puertas cerradas a cada lado del pasillo que continuaba en una enorme y eterna curva. Hasta que por fin comencé a sentir un terrible cansancio y decidí sentarme y revisar mis cosas. La mochila era bastante extraña. Estaba hecha de algún material que no conocía, además, por más que le daba vueltas, no lograba entender la forma ni cómo funcionaba, realmente era como un objeto sacado de un mal sueño. Le daba vueltas y lo miraba de cerca, me cuesta realmente mucho trabajo describirla, es casi como si cambiara de forma todo el tiempo. Por fin mi desesperación me llevó a jalar y forzar la mochila hasta que apareció un agujero. Metí la mano y dentro había varios compartimentos donde estaban mis cosas. De alguna manera había más cosas de las que aparentaba contener la mochila, tanto en peso como en volumen.
Comencé a sacar cosas, había varios objetos que no tenía ni la menor idea de lo que eran o para que servían. Una de ellas era una especie de marco para fotografías que no tenía nada en el, un simple cristal con un marco negro; me llamó la atención, pero luego de mirarlo por todas partes y asegurarme de que no tuviera nada de interés, lo dejé sobre el piso, y entonces el cristal se volvió de color blanco y comenzaron a aparecer unos dibujos allí; entonces pensé que podría tratarse de la computadora. La tomé, era una pequeña pantalla que tenía un cuadro dónde debía poner mi huella digital. Así lo hice, y luego se disparó un flash. Entonces apareció un texto en español con datos sobre mí. Un par de minutos después el aparato me daba información sobre algunos objetos que había en la mochila. Pregunté sobre mi ropa, y me mostró un instructivo que explicaba cómo debía ponerme la ropa que me habían dejado; había dentro de la mochila un paquete cuadrado, lo coloqué frente a mi en el piso y traté de concentrarme en el paquete, según la computadora, muchos de los aparatos de el presente funcionan por telequinesia, es decir, que uno puede controlarlos con la mente (o algo así). El paquete se desenvolvió y tenía luego una especie de overol blanco con algunos cuadros cafés y negros. La moda era extraña, sin duda.
Me puse el traje cómo entendí y luego guardé todo dentro de la maleta. No tenía muchas ganas de saber acerca del presente en ese momento, más bien tenía ganas de dormir y salir del edificio, que parecía estarme manteniendo dentro a propósito —quizás —pensé — también el edificio funciona con telequinesia.
Metí la mano en la mochila, tanteando con las manos los distintos objetos que de alguna manera estaban bien ordenados hasta que topé con un objeto duro, cuadrado y de forma rectangular; la libreta de apuntes de mi diario. Me tomé un momento para poder escribir lo que había sucedido al salir de la campana de congelación.
Guardé la libreta y me di cuanta que me estaba quedando dormido. Estaba hambriento y cansado. Debía dormir un poco y luego quizás buscar comida. Tal vez debería preguntarle a la computadora acerca de la comida contemporánea, pero sería más tarde.
Logré entrar en una de las puertas que había en el pasillo, era pequeña y cuadrada, había una alfombra roja que cubría todo el piso y no había nada, ni una silla ni un papel, nada. Ésta habitación se iluminaba por una pequeña esfera que flotaba en medio del techo. Estuve mirando las paredes que tenían un antiguo estampado, como papel tapiz, que me parecía conocido. Al poco tiempo, el papel tapiz que reconocí como el decorado de la casa de mi madre en mi infancia, se convirtió en un paisaje antártico, cómo si las paredes fueran enromes monitores. Esto me hizo sentirme enfermo y molesto. Me fui a una esquina, me acosté y cerré los ojos. En poco tiempo me quedé dormido. Estaba realmente agotado.
No sé cuanto tiempo estuve dormido. Desperté de buen humor, más tranquilo y dispuesto a seguir buscando la manera de salir de los laboratorios. Me estiré, bostecé y admiré el paisaje que ahora mostraban las paredes. El paisaje helado se había convertido en un bosque.
Salí de la habitación de nuevo al gran pasillo. Pero no estaba seguro si quería seguir caminando en busca del final o volver por dónde había llegado con el robot. Así que miré hacia ambos lados. No veía el final hacia ninguno de los dos, solamente una prolongada curva. Así que decidí volver, quizá encontraría otro robot que pudiera llevarme hasta la salida.
Caminé de nuevo lo que parecían ser horas en el enorme pasillo hasta que regresé a donde había comenzado. Entonces me di cuenta que había un monitor en una de las paredes. Que tenía un plano del piso en el que me encontraba. Al parecer el edificio era mucho más grande que cuando me congelaron. Me encontraba en un extremo en lo que parecía ser la parte sur del piso numero 340. Traté de concentrarme en el mapa para que me indicara como llegar a la salida pero no pasó nada. Así que opté por usar la computadora. Ésta me indicó que buscara ayuda de algún asistente, por que la red de comunicación no estaba disponible y no tenía dicha información almacenada.
Miré que en el plano de la pared que también mostraba un mensaje que indicaba que la red estaba atrofiada. Quizás las personas que atacaron el edificio habían logrado tirar la red. Busque en el mapa por algo que parecieran escaleras u otro ascensor que no necesitara de la ayuda de un androide para bajar. Pero no entendía mucho del plano, muchos signos no me parecían familiares, incluso varias palabras no parecían estar en inglés.
Caminé hacia la pared que parecía hecha de hielo y entonces toda la iluminación del edificio bajó por unos segundos junto con un sonido grave que sacudió toda la estructura de los laboratorios. Cuando pude volver a mirar todo a mí alrededor la pared de hielo había desaparecido. Ahora solo estaba el pasillo, que conducía a una pared de un blanco bastante peculiar, y había un hombre desnudo tirado en medio del pasillo, éste tenía una mochila igual a la mía entre los brazos.
Me quedé bastante impresionado por la escena, el hombre parecía estar inconciente, era muy alto, de piel blanca, era bastante delgado y tenía cabello negro. Me acerqué para asegurarme de que estuviera respirando, pero choqué contra un muro invisible justo dónde antes estaba la pared de hielo.
No se me ocurrió que hacer, tantee con las manos el muro invisible. En efecto, tenía la misma textura que la pared de hielo que había atravesado antes. De alguna manera me suponía que ese material, que era el mismo del que estaba hecha la caja donde estaba mi mochila, era alguna clase de material seguro que evitaba la entrada de personas no autorizadas. Miré con atención al hombre, y pude percibir su respiración. — ¡Hola! —grité, y el hombre pareció moverse un poco. Hubo un segundo estruendo y de nuevo la luz se apagó y el edificio se tambaleó. Cuando la luz volvió tenía una especie de remolino de polvo frente a mí. Era como si hubiese estática de un holograma, o algo parecido. No sin miedo traté de tocar de nuevo la pared, pero ésta vez pude entrar, solo que sentía como si mi mano fuese picada por miles de hormigas. Dentro, comencé a escuchar gritos; el hombre había despertado y seguro sentía el mismo dolor que yo sentía al meter la mano dentro de esa cosa. Sin pensarlo mucho entré corriendo, de inmediato sentí agujas clavandose en todo mi cuerpo, sin ver nada logré tomar al hombre por debajo de los brazos y lo arrastré casi como si no pesara hasta fuera de aquella cosa. Al salir caí al piso y comencé a respirar, afortunadamente el dolor no persistía ni había heridas.
Me quedé respirando con una mano sobre los ojos. Y luego el escuche al hombre que me habló en francés. —Disculpe, pero no hablo francés, hablo español e inglés —le dije apenas respirando. Quité mis manos de mi rostro y miré al hombre que estaba sentado en el piso recargado contra una pared mirando la cosa en la que antes se encontraba. —Gracias —dijo con voz baja.
Después de unos minutos nos pusimos de pie, me preguntó mi nombre, luego él me dijo que se llamaba Marcel, y que había despertado hacía varias horas. Luego de eso no hablamos mucho, sacó sin problemas el traje (que en su caso era gris) de su mochila y se lo puso. Entonces comenzó a caminar y yo le seguí.
Llegamos hasta la misma pequeña habitación por la que yo había bajado. Marcel se acercó al borde y en unos segundos apareció un disco negro deslizándose sobre el cable. Subió en él y me hizo una seña para que hiciera lo mismo. Subí — ¿A dónde vamos? —Le pregunté —No sé con exactitud, pero debemos salir de aquí antes de que todo empeore — ¿Usted sabe que es lo que está sucediendo? —Le pregunté —En realidad no, solo supongo que están atacando el edificio, pero no sé quiénes puedan ser, hay muchas posibilidades. ¿Qué tan enterado está del mundo actual? ¿En que año lo congelaron a usted? —mientras me hacía las preguntas noté que estábamos bajando a gran velocidad —Me congelaron en el año 2032, y no sé nada sobre lo que sucede ahora, no sé ni en que año estamos. —me sonrío y luego me explicó lo que él sabía, mientras llegábamos a un piso diferente a los demás, era una gran bóveda negra, parecía estar hecha de mármol. Comenzamos a caminar en ella, era enorme. Hasta que llegamos a un cuadrado que había en el piso, era cómo un deslizador que cuando estuvimos sobre él comenzó a desplazarse.
—Yo fui congelado en el 2060, pero resulta que en algún punto de la historia hubo un acontecimiento que cambió la manera en la que se mide el tiempo, así que no hay forma se saber con exactitud en que año vivimos. Yo me supongo que han pasado unos cien o doscientos años desde entonces —Es mucho tiempo —le dije —relativamente, no sé realmente. Yo fui descongelado en dos ocasiones, por problemas legales que enfrentaba y supongo, sigo enfrentando. — ¿Qué clase de problemas? ¿Los mismos que yo? —Pregunté —No, yo fui congelado por una amenaza de muerte, no por una enfermedad. Le contaré la historia. Verá, yo trabajaba en una empresa de podcasts, en el área de ventas. Y tenía una linda familia, mi esposa y mis dos hijos. Vivíamos en Francia, en lo que entonces era Paris, en un departamento dentro del edificio de la empresa Wab. Mi esposa era una fanática de la limpieza; en una ocasión compramos un robot que limpiaba de maravilla, pues ella lo desprogramó cuando me descuidé, tan solo para poder limpiar ella la casa.
Llegó a tal punto su obsesión con la limpieza que perdió su trabajo, ya que en vez de hacer lo que le correspondía se ponía a arreglar su despacho y los despachos vecinos. Cuando esto sucedió recibimos un mensaje de una empresa dedicada a la prueba de productos de limpieza, que aparentemente pagaban por probar los productos que estaban fabricando. Mi esposa aceptó el trabajo a pesar de mi desacuerdo. Y en un par de días estábamos recibiendo toda clase de botellas y aerosoles con líquidos limpiadores, trapos, escobas automáticas y manuales, entre un sin fin de objetos que enloquecían a mi esposa.
Cuando recibimos el primer pago por el nuevo trabajo de mi mujer quedé convencido de lo que estaba haciendo, pero después comencé a sospechar. El pago era demasiado para lo que implicaba el trabajo, así que un día contraté a un detective para que me mostrara el contrato que había firmado mi esposa. En él no había gran cosa. La empresa no se hacía responsable por los daños causados por los productos de limpieza, pero también en otro artículo garantizaban que los productos estaban probados previamente y no eran nocivos para la salud o los materiales que limpiaban.
Quedé un poco preocupado por esto pero lo dejé pasar. A los pocos mese mi esposa cayó enferma y tuve que ser internada en un hospital, dónde falleció en unos cuantos días. Yo quedé totalmente destrozado con esto y levanté una denuncia contra la empresa que enviaba los productos. Pero ellos se deslindaban de las responsabilidades, argumentando que mi esposa había muerto por otras causas, sin embargo el hospital me respaldó.
Lo que sucedió después es increíble, perdí mi empleo y el hospital que me estaba apoyando sufrió una mini fusión nuclear, desapareciendo de la faz de la tierra. Al poco tiempo uno de mis hijos encontró una de las botellas de limpiador que habían quedado en la casa, y tentado por el llamativo color, la bebió. Cuando yo llegué encontré el cuerpo de mi hijo con un agujero en la garganta y otro en el esófago. Murió a los pocos días. Después de esto decidí cobrar venganza por mano propia, ya que las autoridades no movían un dedo. Armé una bomba casera y la instalé en un automóvil cerca de la casa del director de la empresa, que radicaba en los Estados Unidos, el auto estalló y murió mucha gente, pero el hombre no estaba en casa. Luego de eso se me empezó a perseguir. De alguna manera los FPL me encontraron antes que las autoridades y demás personas que me buscaban, y bueno, me congelaron y me declararon muerto; de esa manera escapé a la muerte. Fue duro dejar a mi hijo, yo era lo último que le quedaba. Pero no tenía muchas opciones, lo mejor que pude hacer fue llevarlo con un viejo amigo. Y supuestamente creció. Pero cuando fui descongelado la vez anterior para presentarme como testigo en mi propio caso, no pude averiguar nada de él. |