La Puta y Santa Verdad…
En día fresco lleno de aromas nuevos, que nacen de la primavera.El sol iluminaba su rostro pálido que lentamente sus mejillas iba maquillando.Él la esperaba en la puerta de un cine con
un libro en la mano.
Mientras ella se acercaba mezclada entre la gente,
caminó más lentamente para poder observarlo. Su apariencia de hombre calmo no lograba esconder su inquietud, ella lo notó por cómo presionaba el libro en su mano.
Cuando se encontraron nadie se preocupó de su tierno beso en la mejilla y el abrazo apurado.
El acomodador les pregunto: ¿Casa de Remolienda?
Ella con una gran risa respondió que era eso lo que
querían, durante toda la película ninguno pronunció palabra, pero ella disfrutaba del aroma que él destilaba.
Al salir del cine la ciudad repleta de colores y gente
que caminaba apurada qué importaba a dónde,
entraron a un café, disfrutaron de una buena charla,
estaban en los terrenos en que él se manejaba.
Ya era el atardecer de un día soleado y aromatizado, él suavemente abrió la puerta de su auto y la invitó a subir, dónde vamos, preguntó ella con sonido de su corazón más que con el de la vos.
¿Quieres conocer mi barrio?, le dijo él mientras ponía una música suave en la radio de su auto.
Claro me encantaría, dijo ella, sintiendo que sería bueno ese momento para recostar la ansiedad sobre aquel pecho.
Se encontraron frente a la entrada de un lugar que ella no vio jamás, él paró el auto y le dijo con tal suavidad, que la estremeció; ¿Quieres entrar?
Por qué negarse un anochecer de pasión, pensaba ella sin contestar…
Eran una cabañitas sencillas, la dueña una vieja que él conocía, cuando entraron él la abrazo y por fin ella escuchó lo que esperaba desde la hora en que lo encontró frente a la puerta del cine.
¡No tienes idea de cuánto me dolió que no quisieras verme!, le dijo él y sus ojos color de mar celeste, por primera vez la hicieron olvidar otros ojos que brillaban como noche estrellada.
¡Mira las paredes están escritas!
“Acá estuve con el amor de mi vida”
“Haz lo que viniste hacer, no te pongas a conversar”
“Mariana te amaré por siempre”
Rieron un rato, leyendo los escritos de las paredes del cuarto, no era un palacio, lo único bello era el cobertor de la cama, color amarillo jipon como a ella todo le gustaba.
Podrías haberme dicho que me invitarías a este lugar, habría traído un par de velas, un incienso y un cenicero, dijo ella contenta.
Espera tengo un incienso en mi auto, le dijo él.
Ella pensaba en la santa y puta intención que tenía a las tres de la tarde, sólo ver La Remolienda.
Bésame “Cariño Malo”, le decía él mientras sus manos suaves la recostaban sobre el lindo cobertor de esa cama desconocida.
Y como él alguna vez lo dijera, llegó el día en que desnudos, enredados como dos culebras tibias se entregaron a un mundo sin tiempo, obligaciones, ni horarios.
¡Qué haré mañana, cuando no te tenga a mi lado!
Exclamó él, enredando el cabello largo de ella en sus manos cálidas, intrometidas como mariposas revoltosas.
Dicen que todo lo bueno dura poco, dijo él mientras ella se aferraba a su pecho tibio y agitado.
Antes de salir del auto para volver a su pueblo y dejar a la cuidad, ella lo besó con ternura, no miró hacía atrás, sólo le dijo nos estamos hablando, me llamas.
¿Será que ella tendrá otra oportunidad?
Por cierto la película no la recomiendo.
Trayenko.
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