Mi primera noción de la muerte la tuve cuando tenía alrededor de cinco años. Era una tarde de verano y yo iba con mi mamá a la plaza para dar vueltas en la calesita, qué tanto me gustaba. De pronto vi un carruaje blanco tirado por caballos muy grandes, negros y en el pescante dos hombres
vestidos de negro con altos sombreros y guantes blancos. Me llamó la atención y le pregunté a mi madre qué era éso. Ella me explicó que allí llevaban a un niño que había muerto y que como "era un angelito" lo llevaban al cementerio en un carruaje blanco, sino correspondía hacerlo en uno negro. Miré para arriba y ví en el techo un angelito blanco con una tierna expresión.Tuve una sensación que no podía describir y que después de muchos años supe que se llamaba angustia. Pocas ganas me quedaron de dar vueltas en la calesita, esa tarde a pesar del sol, a mí me parecía nublada, triste; algunas lágrimas cayeron por mi cara. Creo que mi madre no advirtió la mala impresión que esa situación me había causado. Además en esos años, hace más de cincuenta, los mayores pensaban que los chicos no percibíamos las penas, tristezas, dolores que nos rodeban. La consecuencia de ese episodio fue que durante un tiempo en los recreos de la escuela, me venía una tristeza que no podía describir fielmente y smplemente le decía a mi madre:"tengo ganas de estar con vos".