Lo que tenía de algún modo clarísimo en la memoria, como una laguna diáfana entre las vaporosas confusiones acumuladas con la edad, era la manera como había empezado toda negativa.

Las luces y los colores que se colaban por la ventana atravesaban el cristal que las devolvía múltiples y verdes. Estiraba la mano hacia el vaso vacío que la madre había dejado sobre el mesón para contestar el teléfono. Un poco más y lo habría conseguido.

La mano de la madre se detuvo con severidad junto a la suya:
"NO! -dijo cómo clavando una sentencia entre sus dedos de bebé-

La vida de nadie regresó,
ni la madre que después de unos años se pierde entre rieles,
la suya tampoco y, es más,
se fue haciendo excesivamente
triste.

Luego nada.