“Miro las vestiduras y las manos,
el vestigio del agua en la oquedad sonora...” (Pablo Neruda)



Miro la tierra como una inalcanzable carcajada desprendida de su arena. Mientras, el tiempo va horadando la orfandad de nuestras manos bajo los designios de las almas. Mi destino es ser un caminante de acertijos abrumado por las horas; vuelvo entonces a reír como un espectro de lo que nunca he sido; deambulo una ciudad de escarcha, temerosa; húmeda; donde las aceras se han hecho templos de escondites y áridos laberintos. En esos aciagos días la dicha se espanta, estallando desde el averno que me alberga hasta rozar al universo...
Y allí me quedo como un soplo de las vísceras o el equinoccio de los cielos, para rendirme ante ese manantial del cosmos...

Ana Cecilia. ©