Un año que termina


Un año que termina es mucho más que una suma de horas o un vuelo de hojas del supuesto almanaque al que le arrancamos, cada día y en cuanto podemos, una nueva razón para seguir.

Un año que termina es una procesión interna, en la que se van alternando tresciento sesenta y cinco cuentas imposibles de regresar a su punto de partida. Penas y alegrías, sonrisas y lágrimas, proyectos logrados, metas a mitad de camino, y por supuesto, aquello que no logramos.

Un año que comienza es una nueva oportunidad de decir: se puede.

Es un espacio abierto a la creatividad para enfrentar, seguramente y otra vez, las crisis nuevas, los desafíos nuevos, los días sin estrenar.

Tiempo de reflexión, tiempo de mirar con optimismo, porque de otro modo, estos nuevos días que aún no llegan, cargarían en sus espaldas de alas, mochilas con un peso que nos impediría continuar.

Una oportunidad.

Cada día es una oportunidad.

Dicen los orientales que "crisis es oportunidad"

Tal vez el lucero que ilumine el balance de estos tiempos, deba ser ese: ver en todo momento la oportunidad.

De aprender

De continuar

De compartir

De entregar

La única manera de recibir, es dando.

Tal vez no de esa mano que recibió de nosotros, o de ese corazón al que tratamos de llegar de algún modo... sino de otras manos y de otros corazones. Por eso, dar siempre genera un regocijo interior casi egoísta. pero se transforma en generoso sí y solo sí alguien nos recibe del otro lado.

Procuro mirar con ojos nuevos cada día, y en este en particular, no quedarme en la noche que engendrará la nueva mañana... sino ir más allá, con una mirada mansa pero co la convicción de que la fuerza nace del crecimiento.

Dicen que no hay que dar un paso atrás ni para tomar impulso.. tal vez eso valga para la carrera.

Por mi parte, creo que hay que renovar el impulso en cada paso, para no tener que volver atras....

Y, definitivamente... avanzar.