Tres días después de navidad, y tres antes de año nuevo, muchas vidas surgieron -seguramente. Sin embargo me atañe especialmente una. Se trata de mi ahijado, del que dije ya en otro relato, soy su madrino. Pues bien, ha nacido este pequeño nombrado Emilio, y en sus pequeñas horas de vida me ha lanzado una enorme inquietud, un enorme sentimiento. A él no lo conozco todavía, sólo a su madre y padre. Por suerte ambos están sanos, mas el bebé generó en su corazón carente todavía de corazas, una anomalía denominada Tetralogía de Fallot. Consiste en cuatro trastornos principales más otros potenciales secundarios. De ninguno de ellos hablaré, pues de biología casi nada sé.
Entendí solamente que Emilio no quiso separar su sangre de toxinas y oxígeno. Creo que para su edad, ya conoce muy bien que lo malo de lo bueno es separable solamente cuando se tiene un apego a este terreno y al propio ser.
Está en estos momentos en observación, esperando los doctores el momento adecuado para practicarle una cirugía que consiste -creo- en insertar una especie de parche que le permita escindir la mala sangre (entenderemos por malo lo que a mí y a quienes concierne la vida de este niño significaría un abandono por su parte de su cuerpo) de la sangre oxigenada.
Si todo resulta bien, todos nos alegraremos. Si no es así:
Emilio te regalo un alfiler de vocablos muertos,
un suspiro cobarde que alabó tu valentía,
me refiero a tu existir, a tu silencio
a tu no-llanto poderoso, tu negar la hipocresía.
Cómo llorarte ahora si estás vos con nosotros,
así que he de cantarte en mi timidez más limpia,
mi obsequio-sentimiento que no puede ser tormento,
preocupación ni angustia...
Un obsequio, una pancarta farragosa,
y no es que me confunda de palabras,
ni si es rima, o si es prosa
lo que mis manos dicen por sus bocas.
Tú no sabes que tu vida en otros ojos forma pozas,
modificas, das alegría y risas,
pero no eres tú el que hace aquellas cosas,
es el ver nuestro el que construye o destroza.
Ay, Emilio, si supiera hoy hablarte,
si pudiera fluir mi sangre
por la tuya parte por parte,
y la fuerza sintieras
de qué quiero entregarte,
no este pseudo lenguaje
que no entiendes ni te atañe.
Tú no sabes que te quiero,
ni siquiera en ti existo.
Qué decir, amado caballero,
a luchar si es tu propósito,
a dormir si es necesario. |