CAPITULO DOS
Sentado con los concriptos, sus cabos y sargentos todos muy serios, como si fueran a un funeral. Se mascaba el silencio y la tensión estaba a flor de piel.
En la semi penumbra de la noche que se cernía vieron que los camiones enfilaban por la calles más oscuras y silenciosas fuera de la Capital, hacia un lugar desconocido. No pasó más de una hora cuando llegaron a un lugar lleno de arbustos donde ya estaban las fuerzas especiales construyendo el vivac.
¡Abajo todos!, fue la orden nuevo – Entumecidos y con ese frío de Septiembre, que de primavera no tenía nada pensó el muchacho.
Cargados con mas de 40 kilos cada uno, mas el fusil que parecía que pesaba otros 40 y entorpecía los movimientos de la tropa. Abajo repetían las voces...apurarse no tenemos toda la tarde.
En la oscuridad y casi por instinto se buscaban para agruparse por secciones y compañías. Juan, entumecido buscó unos arbolitos creyendo que ahí estaría mas abrigado, Craso error, bajo la foresta, es donde más el frío se concentra. Mal humorado se dejo caer en un trecho más hondo, cuidando de no ensuciar la trrompetilla de su fusil. Ya había visto como un muchacho se llevaba un coscacho en lo que es cabeza, por dejar que su fusil tocara la tierra. Sus pensamientos volvieron a toda velocidad para atrás.
Llegaron frente a la casa de Mariela, y esta le dijo: Ven entra para que conozcas a mis padres y a mi hermanito. Juan, con deseos encontrados, entre si entrar o se irse a toda velocidad, a perderse en la lejanía. Más ganó la curiosidad y con esos tironeos mentales entró. Era una casita mas bien chica, pero arreglada con esmero por María, la madre de la muchacha, que se acerco a saludarlo. El le dio la mano diciéndole: Mucho gusto señora. Vamos niño, le dijo la madre.. Llámame María y el dueño de aquí se llama Felix y no se trata de ese gato. Es mi marido. Quien bajando el diario que leía y con ojos penetrantes escrutó a Juan, casi como desnudándolo y a boca de jarro le dijo: ¿Estudias o trabajas? No me digas que eres de esos dirigentes universitarios que organizan a la muchachada en contra del gobierno del compañero Allende.
Felix parecía ametralladora, no dejaba que Juan contestara. El lo hacia por el muchacho, que ya empezaba a sudar y a tartamudear; hasta que vino Mariela a salvarlo.
Ven te mostraré mis dos amores y tomándolo de la mano lo llevó al patio que estaba a oscuras y casi en un susurro Juan le dijo: Gracias, ella riendo le dijo Mi papa siempre me corretea a los amigos, con ese interrogatorio, lo que pasa que es dirigente en una fabrica de hilados y se cree el gerente. Lo dijo soltando una risita y tomando de la mano al asustado muchacho que, aún le duraban los tiritones. Le mostró un gato gordote y lustroso de esos de raza indefinida, pero el mas chupamedia de los felinos que Juan había visto.
Nada más ver a Mariela y salió disparado y comenzando con sus arqueos y maullidos para que la chica lo tomara en brazos. Juan, no se atrevió a tocarlo, con un hilo de voz le preguntó: Y el otro amor? y ella picarescamente, le dijo: ¿No lo ves?
Juan estiró el cuello y achico los ojos para distinguir otro gato, pero nada, no se veía nada.
Ella lo tomo de la mano y al oído le dijo: Eres tu, tontín y le dio un beso en la mejilla arrancando hacia adentro de la casa, riendo. Juan, rió de buena gana, y entro a la pequeña salita de estar.
Otro respingo de Juan, había en la pared una foto mas que grande de Salvador Allende con la mano en alto como saludando.
Notó Felix su mirada y otra vez a boca de jarro le preguntó: ¿A que movimiento o partido político perteneces? Ahí estaba Mariela para salvarlo nuevamente – Déjalo Papá, es una visita, tu siempre molestas a mis amigos con tus preguntas. No contestes nada Juan. El muchacho para sus adentros se decía lo mismo. No contestaré nada, Quiero salir ahora mismo de aquí.
Volviéndose a Mariela le dijo: Mi mamá debe estar nerviosa, ya es muy tarde y diciendo eso se dirigió a María para despedirse. La mujer con cariño y comprensión le dijo. Eres un buen hijo, no como mi Maguncho que aun no llega de la calle.
Mujer le dijo el marido, Manuel está trabajando y tu lo sabes muy bien. Antes que se armara una de esas discusiones casi en todos los matrimonios con respecto a los hijos, Mariela arrastro a Juan hacia la puerta.
¿ Te veré? le dijo ella Di ¿Este domingo que viene? que sí ¿Si? Juan tomando su carita y con esa mirada medio embobada, le dijo: ¿Nos juntamos en la plaza, que te parece?.. Bueno que rico que rico y diciendo esto lo beso en la boca y salió disparada hacia dentro de la casa.
El Muchacho alejándose de la casa y con pensamientos encontrados. No sabia como agarrar el asunto pues cada vez que le daba una vuelta en el magín, mas negro se veía el asunto. Así que decidió posponer cualquiera determinación hasta el domingo.
Esta listo el rancho, escucho Juan y se levantó entumecido y echando de menos una de su mas preciada pertenencia, su almohada preferida.
¡Ya muévanse! y se agregó a la larga fina con su marmita en la mano y el fusil en la otra. La orden había sido ¡ Todos alerta! y no abandonen sus armas y municiones.
Porotos otra vez, pero con el hambre que tenía, ya se le hacía agua la boca. ¿Qué pasaba? todos seguían conversando en voz mas bien baja, acurrucados y apretujados para mantener el calor. ¿Un cafecito mi teniente? dijo un colorín y pecoso recluta con mirada franca y desenvuelta. Estaría re bien , pus Moya dijo riéndose. No se preocupe mi teniente y salió casi en punta y codos.
Se quedo viendo donde desapareció Moya y su mirada se escapo del campamento, lejos muy lejos, donde su bello amor.
Eran las cuatro de la mañana, entrando a la madrugada. Cuando llegan los correos y movilizándose por todo el vivac, van repitiendo a reunión..... a reunión, rápido. Fue como un escalofrío, le puso la carne de gallina.
Es así como se van agrupando por compañías, hasta llegar a los grupitos o secciones que son la mayor unión que tiene un batallón. Y se oye la voz del coronel que voz seca y militar comienza diciendo: ¡Soldados! Ante el desorden que se ve en nuestra Patria y viendo que más allá de nuestras fronteras, hemos perdido el respeto que tiene nuestro ejército en toda América hemos decidido alzarnos contra el gobierno del señor Allende.
El alto oficial seguía su discurso y ya Juan estaba desesperadamente preocupado. Mariela...Mariela pensó. Que tremendo..... Que desgracia. Los murmullos, y la conversación iba en aumento hasta que se oyó otra voz
¡Silencio! ¡Nadie habla! ---Somos, la infantería y estamos preparados para todo, en especial en estos momentos tan amargos para nuestra Patria. Todo el equipo vehicular se queda junto con el personal médico, intendencia.
Diez kilómetros más abajo, comenzaran nuestras operaciones.
Juan y otros se miraban y pensaban en sus familias que no sabían nada de estos movimientos de tropas. Madre, Madre no salgas y no dejes que lo haga mi hermana, pensaba con desesperación Juan.
Nomade...
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