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Inicio / Cuenteros Locales / aritamaria / El \"tuerto\" Rogelio

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Pobre luisito.. Y es que no pegaba una; llegaba todos los días con el guardapolvo roto, los lentes colgando y el cuaderno “Caribe” sucio abierto como una flor de cayena entierrada, de tantos revolcones que daba en el bolsillo trasero de su pantalón. Y digo esto, porque a pesar de ganarlas casi todas por su fuerza e ingenio, terminaba vuelto leña y siendo el culpable de todos los problemas de convivencia que se presentaban en el barrio y el liceo. Luisito, ¿de dónde sacaste tanta metra, muchacho?, ¡Luisito, ven acá!, que aquí está Joau con su papá, ¿cómo es eso que le robaste unas barajitas de béisbol y después se las vendistes?; Luis Valentín, ¡estoy cansada de decirte que no tengo real pa’estarte comprando lentes a cada rato!, ven acá a ver si la liguita no te aprieta, Luis, Luis, Luis... Un día, cansado de ser siempre el “muchacho del barrio”, quiso darle vuelta al asunto y aprovechar para vengarse de Rogelio, el hijo del barbero de la esquina, grandulón, cobarde y con cara de “yo no fui”, que sí fue más de una vez, para achacárselas después al pobre negrito. Un día, llevado en secreto por “Monicaco” a la cerca que cuidaba el patio de la señora chucha, Rogelio, agachado, vió por una rendija como Luis sostenía una cuerdita a la altura de su pecho.
-¡Oye, vale!: ¿Y por qué “Memín Pinguín” está parado como un bolciclón con esa cuerdita en la mano?.
- Es que la viuda le prometió que si la ayudaba a poner las cuerdas para tender la ropa le daba “de aquello”-. Respondió Monicaco, su cómplice en el asunto.
- ¿Ah, si, así es la cosa?. ¡Ya verá quién se lleva el premio gordo!.
Y Rogelio de un brinco cruzó la cerca arrancando a Luis en un tirón la dichosa cuerdita, diciendo:
- ¡Corre, que la señora Delia te está llamando porque tú y que le ... ¡Hay, mamá!
Cayó de repente el torpe muchacho gritando como un loco y vuelto un ovillo en la grama con la mano en el ojo derecho, sangrante y caliente. En realidad, la cuerda era una liguita que en el otro extremo tenía una peñona escondida en el ventanal de madera del patio de la viuda y que había ido a parar directamente en el rostro de Rogelio. Al son de la música del maestro Billo: “este disco se rayó”, cantaron a pleno pulmón Luisito y Monicaco:
- ¡El mismito se mató, el mismito se mató! – para luego salir corriendo, dejando el “cuerpo del delito” tirado y herido hasta el orgullo-.
Después de esto, el “Tuerto Rogelio” comparte voluntariamente las culpas con Luisito y le sacude el guardapolvo.

Texto agregado el 03-04-2004, y leído por 170 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
26-08-2007 Cuento que no atrapa en la primera línea pierde lector. Aquí me quedé hasta el final. arenilla
06-04-2004 Un cuento picaresco, alegre y colorido. Me gustó tu debut en estos lares y espero que sigas en la misma cuerda, pero no en la que dejó tuerto al pobre Rogelio... Mis estrellas y te sigo leyendo... gui
03-04-2004 Una historia fluida que atrapa, y tiene chispa y sobre todo inteligencia, saludos. elespectador
 
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