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CAPITULO UNO

Juan, preocupado encaminaba sus pasos hacia su trabajo. Con sus veinticinco años, ya se creía viejo y con bastantes preocupaciones.
No era para menos Eran los meses llenos de movilizaciones y protestas que hubiera visto en todos sus años de estudiante y ahora como miembro del Ejército de Chile.

Vistiendo su impecable uniforme gris perla de salida, se presentó en la guardia, en donde un Sargento Mayor de grandes mostachos rojos, lo escrutaba, diciéndole: -Buenos días mi Teniente, ¿No sabe que salió de la Comandancia una orden de vestimenta de combate? -Diablos, pensó Juan, me pillaron en el aire, y mirando al Sargento; con la mejor sonrisa que le salía dijo: -No tenía la menor idea. El Sub Oficial dio una orden a la Guardia y después de verificar la documentación se hizo a un lado diciendo; -pase Ud. mi teniente. Juan mascullando sus ideas sobre los Sargentos Mayores; esos hombres que estaban listos para jubilar y seguían mostrando su presencia en todo el cuartel.
Bueno, debía reconocer que él con su grado de sub teniente, todo se lo debía a estos sub oficiales, duchos en su trabajo y llenos de ardor y cariño para con su Regimiento.
Él por el contrario, estaba crudito como decían y listo para que sirviera de escarmiento al primer traspié o falta.
Que estará pasando decía para sus adentros sí, la guardia se veía tensa y armada y después de ver los tumultos en las calles; las lacrimógenas y los encuentros entre las facciones de partidarios del Gobierno de Allende, y los Patria y Libertad. Se daba cuenta que por ese camino, todo reventaría en una guerra civil.
Llegó a su barraca en su sección, en donde también había guardias armados por doquier; todos en tenida de combate. Y ahí estaban sus amigos de su misma graduación, escuchando la orden del día de la comandancia, muy serios unos; otros como siempre haciendo bromas, en voz baja, del capitán medio panzón y cara de pocos amigos. Este decía: -Y como saben, recibiremos directrices de la Comandancia y quedan todos los permisos cancelados, así que marchen rápido preséntense a sus comandantes de compañía. Juan dirigiéndose a su barraca entró ¡Firmes! Fue el llamado de atención del cabo. Los saludó y se dirigió a la oficina de la compañía. También era un avispero, nervioso y atareado.
Sentándose empezó a hacer un examen de los 6 días de franco que tuvo del cual hoy se integraba a su Regimiento. Pero había algo. Si, había un algo que ahora lo preocupaba, y mucho.


Era la Mariela, la preciosa muchacha que había conocido hace dos meses atrás, y por una cosa del destino, en una de esas noches de juveniles encuentros, habían decidido ir a una fiesta de población, en la escuelita del barrio de Mariela.
Se habían mirado, casi en todos los bailes, sin atreverse a dirigirse el uno al otro, hasta que la infaltable metete de la amiga de ella, mirándolo le dijo: -¿Te gusta la Mariela? Y riéndose ante el rojo del rostro del muchacho, fue donde Mariela, y señalando a Juan le dijo: -Oye ese cabrito té esta comiendo con los ojos, y ambas riendo se vinieron donde Juan. Mariela, bellísima en su pelo suelto y alborotado, fuera de la moda del momento, lo que indicaba su rebeldía para con el entorno.
Mirándolo le dijo: ¿Hola, me invitas a bailar?... a Juan se le entró el habla y apareció el tartamudo que no era...Cla..cla..claro que si lo que hizo que ambos tres rieran de buena gana. Fue una bonita forma de comenzar una amistad.
Juan de civil no se diferenciaba mucho de la muchachada del aciago año de 1973...Los chascones siempre habían existido de mucho antes, pero también había, juventud muy compuesta y ordenada en su vestuario y aspecto. Era la diferencia notoria de las clases que dividían a nuestro país.


Al final de la fiesta Mariela le dice al muchacho que la acompañe a su casa para no ir tan sola. Claro dijo él y dejó de beberse ese traguito componedor; tomándola de la mano salieron del recinto que era como el patio de una escuelita de primaria.
Caminaron por las calles oscuras y silenciosas casi abrazados, más por el frío que por esa incipiente curiosidad de apegarse el uno al otro para sentir sus formas.
Mariela le dijo de sorpresa: ¿Estudias o trabajas? Bueno dijo él: -Medio trabajo y medio estudio, mintiendo por sí acaso. -Ay dijo ella: -Que difícil debe ser. Yo estoy en mi ultimo año de liceo y quiero entrar a la Universidad; tengo 18 años y mis padres no quieren que vaya, por lo peligroso que está. Pero si estamos recién a Septiembre y las pruebas son a fines de año. -- Mucha palabrería y por donde iba el interrogatorio lo había puesto nervioso, así que de sorpresa la tomo de la cintura y la besó.
Fue un beso largo y correspondido...Él temblaba, ella sólo suspiró. ¿Porqué? le dijo ella ¿Lo hiciste? Juan azorado, nervioso y tiritón, contestó con toda su verdad. -No lo sé, solo sé que necesitaba darte un beso, por tu persona agradable y bella.
Caminaron en silencio, ya no tan tomados de la mano, juntos rozando sus dedos pero nada más. Y llegaron a la casa de Mariela .
Era una de esas casas todas iguales pintadas de diferentes colores seguro penso Juan se trata de esas poblaciones construidas con esfuerzo por sus pobladores con ese sistema de cooperativa tan boyante en esos años.


El vivía con su madre y su hermana menor en un departamento en el “Barrio Alto” como se le decía a Providencia. Algo tan diferente a las casitas poblacionales y sencillas.
A formar-- fue la orden de los oficiales superiores... Aquellos que no estén en tenida de combate. Háganlo de inmediato. Fue el vozarrón que estremeció el patio. Claro está, que esa misma orden se escuchaba en todo el regimiento.
Juan y otros salieron corriendo en donde estaban los de Intendencia listos con el vestuario y rápido fueron al armero de la compañía, para retirar su armamento de combate. Había más caras de interrogación que otra cosa.
Así el Juan entró a ese día anterior al 11 de Septiembre de 1973. Pobre muchacho soñador, siempre pensando en Mariela, tan lejana la sentía en esos momentos pero tan cerca de su corazón y sentimientos.
Saldrían a practicas de combate...¿En Septiembre? Pensó Juan. Algo se estaba cocinando y el no estaba invitado. Veía muchos conciliábulos de los capitanes y oficiales de mayor rango.
Lo que y veía que se estaba formando, no me gusta nada. Volvió a mascullar Juan. se le acerco otro subteniente. Callado le dijo: Se te escucha hasta la otra esquina.
Los camiones estaban con sus motores en marcha y la tropa se embarcaba en ellos. Por primera vez no había cánticos de guerra ni marchas militares. Todo se hacía en sepulcral silencio.

Continuará.

Nomade...Sintiendo y recordando

Texto agregado el 29-12-2007, y leído por 186 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
04-05-2008 Te encontré de casualidad.Creo que después de tantos años se puede leer sin apasionaminto una parte de nuestra historia. Te sigo. pantera1
04-01-2008 Me pegó fuerte tu historia, me dejaste sin palabras y MAtilde muda difícil....sigo leyendo despúes te cuento. besosotes y******** Matilde: reflexionando mancuspia
29-12-2007 Desde el otro lado, no se ha leído tanto, será muy interesante conocer los sentimientos de aquellos que sin siquiera imaginarlo se vieron involucrados en un golpe de estado. Juan puede ser uno de ellos, uno de tantos, en la orilla blanca o en la orilla negra, jóvenes preparados para combatir sin esperar un combate y con sus sueños e ilusiones allí se encontraron inmersos en una guerra entre hermanos que cambiaría los ideales de un país unido. Seguiré tu historia, esta historia que se cuenta desde el interior de los cuarteles con tenida de combate. Muy bien escrita, desde el suspenso del encuentro de un oficial de ejército del barrio Providencia con una hermosa niña de las humildes comunas de pobladores. ¿ Qué pasará con ellos en medio de tanta injusticia ? Mis cinco estrellas. Ignacia
 
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