Noche,
Acaso entre todas las casualidades de mi vida eres tú la más constante,
Cantando lo que ha tantos has jurado, y a los que seguirán,
Me tienes, y mi mirada se retrae hacia tus brazos,
Indispuesto a explicar tus calles solitarias…
Mi corazón se mueve, palpita, el primero de una eternidad de movimientos silentes, dispuesto a escucharte y traumarme entre tus sábanas, arrojado a la bebida insomne de tus labios, recuerdo la última vez que caí en el molino de miel que torcía mis ojos hasta el cansancio, objetos comunes vueltos imaginarios; con sólo mirarlos de noche, con sólo mirarlos repuestos y en la medianía del tiempo, mezclándose sobre tu cara de crisoles tardíos, desmembrados una vez que consiguieron con quien irse, con la mucha o poca luz que destetan los faroles.
La mente crea convenios con el alma, alojados en la mesa de un café imaginario, en la esquina donde llega una sombra y otra se va, moviendo voces que resbalan sobre el aceite de sus palabras, y la interminable noción de letras en espiral.
Puedo ver que nací ayer, en tu regazo, hecho polvo, frecuentándote desde virtuales atardeceres, esperando tu llegada, con las escalas de tiempo en cada párpado;
Te propongo la vida y la vida eterna,
Te propongo que mañana amanezca de noche,
Y que el sol sea sólo un mito contado por tus sombras… |