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El dolor era insoportable, era casi como sentir diez navajas cortando mi pecho, ya no tenía más lágrimas para llorar. Ahora he visto sus rostros, mis sospechas se volvieron ciertas.
Cada día es un peso más grande.
Siempre supe que algo detenía mis esfuerzos, la suerte, el destino, no imagine que era algo más.
Otra vez abro los ojos y son las tres de la mañana. No hay olor, pero escucho sus voces desde dentro, mis rezos no me ayudaran.
Ahora entiendo a mi padre, ahora soy conciente de lo que ocurre, está con él aún, y ha continuado la plaga conmigo, y nunca se irá.
Se que serán tres, y esta carga será su herencia.
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Texto agregado el 29-12-2007, y leído por 88
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