Lorena cocina para mi sobre la lona azul de una sala principal, mientras yo me emborracho con licor barato, ese que viene en tabletas.
Hay una especie de voz en la sombra, sé que me busca con obstinación, que desea mi presencia. Esta lejos en alguna calle, repleta de lodo y miradas que no están. Yo espero, realmente espero comer algo que sea dulce y sabroso; que ella, mi amada lujuriosa porta niños, elabore sobre aquella lona azul que brilla cada vez que pienso en sus labios de cristal y cuerpo generoso.
Una vez que termina me sirve el banquete en las afueras de mi percepción y tomamos vino (del barato también), nos emborrachamos mucho más aun y soy su leal comensal. Feliz disfruto lo que ha hecho en mí con sus manos anexas y cerebro prófugo.
Pruebo y apruebo solemnemente aquel trozo de aquello y levanto los cubiertos dichoso, luego reto a muerte a los que me solicitan desde afuera. Les digo que voy en camino, y no es que desee cenar por más tiempo. Sólo estoy agotado y quiero tener una buena digestión al lado de ella y su calma.
Cuando todo termina, voy al césped para enfrentarme de una vez por todas a mis acusadores. Pero ahí está nuevamente ella, con sus ojos acaramelados y sus mejillas de seda.
-¿Quiénes te buscan?- pregunta gentilmente Lorena. Yo sin contestarle salgo en busca de las voces y los acontecimientos. Que son cuatro:
1. La mayor de las voces dice que he muerto hace mucho y debo seguirla.
2. La más aguda dice ser Satanás y que me desea para gobernar a los hombres.
3. Es la voz de Lorena de nuevo, que aguarda deseosa mi pronta llegada en un lecho pulcro para ser consumidos por las ansias.
4. No hay voces ni nada.
Me decido por la tercera realidad que es la más alegre y extraña, ya que las voces no tienen el aroma que ella entrega, pero ahora esta voz, sí.
Pero cada vez que voy en busca de un beso, tropiezo con los gruesos tentáculos de la memoria artificial y los sollosos.
Ya lo sé. Estoy de vuelta en la esquina real de mis sentidos, perdido en la eternidad que se dobla sobre si misma en esta prisión de ninguna parte. Que es una celda de sueño y grandeza no lograda para mi mente enferma.
Solamente soy un condenado sin nada más que hacer. Pienso, respiro hondo tres veces y concluyo que para la próxima vez tomaré la opción dos. ¿O ya la había tomado?
Siempre cambian las opciones y los números.
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