Nos hablamos mas vivos,
mas soleados,
las penas acusaron proscripción
con el ultimo otoño profano.
El ahora se evapora por los poros.
Suave pétalo de cielo,
desfila y sangra.
Mejillas cascadas de dios
y viento.
Los ojos inundados de cenizas,
empapado hasta los parpados,
de una marginal costumbre,
promete fugaces armonías.
Lluvia de querubines baña la piel.
Encariñado a lo demás,
congratula reclusos corazones.
Embebido elixir de viejas deudas,
de fantasmas nuevos.
Almas embriagadas de planes:
terribles, dorados;
Sobrevuelan cielos tétricos, eternos.
Erigen creencias impuras
de pócimas sagradas.
Fascinan realistas visiones,
de ocultos colores insanos.
El irreversible augurio
de la diestra entrega diaria,
se desvanece en la brisa,
despedazando retazos de idas.
Volverá la sien
a carreras ígneas,
el fin.
Partidos al medio sudan
ciénagas, se esfuman.
El fin solo acaba siendo,
esa cuna cruel,
lleva viajes etéreos,
milenaria vianda ficticia.
Cruza cuentos surreales,
frondosos, pequeños.
Junta pedazos delirantes
de ilusiones desganadas.
¿Espantará la risotada
tanta herida de fiambre fiel?
¿Logrará descalzarse
una tarde de sol
sobre la vereda aterciopelada
de un beso?
La sangre suspira en las sienes,
al filo de este abismo-destino
cabalga evocaciones,
desborda los ruegos de una blusa,
descansa mis ansias
en calculadas praderas.
Dulce oleaje carmesí fuerza el aliento,
a tripular la tormenta,
esta cosa casi absurda,
añejada entre grietas de plegaria,
egresada de mínimas audacias.
En el corazón de aquella pena,
¿cuál será la palabra venerada?
Venenosa y dorada
¿Remontará la hermosura
en la noche de tan largo ocaso?
O acaso...
Triunfarán entre lamentos,
esos actos del motín de mi otro yo,
aquel yo que ni yo creo que fui.
Factura expuesta de otra impostura.
Mensajitos de ida a la botella,
retorciendo aparentes cultos,
consumen todo movimiento.
Y el rito de las diableras
semillas de juventud,
humectando el desconsuelo.
Alivianame la angostura,
Del secreto a la duda.
El vacío de hacerse aullido
no carga tontas madrugadas;
Solo viaja lejos.
Y cabecea imprudentes sombras,
y aletarga demasiado la memoria
emocionando pendencieras;
Desatiende mediocres disfraces,
y emigra sin la regla general,
de marchitas frutas maceradas
en toneles de vulgaridad;
Desguaza los reproches
y atesora feliz,
quizás ahí donde se esconde
el sinsabor de lo efímero,
el desquiciado festín de abrazarse
una última vez más a los deseos.
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