Mi amante, a toda hora, es mi amante.
He sido bendecido por las suaves manos loables,
me entregué al embrujo de pasión a toda hora,
encontré en los caminos y mas allá del tiempo corazones de loca devoción.
Capté en el mundo la esencia del aura violácea que se siente invisible a los demás.
Te vi vestida de negro, y dormí en la frialdad de tu alma,
la arena en el oasis de tus ojos,
no son mas que un deseo:
—¡Qué los días y las noches se llenen de tempestad, mientras abrazas la lluvia
detrás de los lamentos que yacen dormidos en tus párpados!—
Caminas por el lienzo de la tarde,
huellas descalzas de rojo carmesí,
las hojas de la tristeza se han apiadado hoy,
de guardar las cicatrices de tu alma,
de dar su fruto a los árboles y su verdad a las raíces que gira el mundo así.
En sus tribulaciones la confusión se hizo un rincón.
Prosiguiendo la marcha: mi amante tierna, dulce, y comprensiva,
se hamaca tambaleante en la cuesta de la colina, mi amante cruel, celosa, y posesiva.
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