El vino de hoy
no sabe de rosas.
Huele la decepción,
barrena llagas, adormece.
Ejecuta las horas,
derrite lamentos.
Y el resto,
del grito se evapora.
Sumerge en laderas de miedo,
de vientos rígidos.
Araña mis latidos
con la voz encantadora,
de la última caricia sincera.
El vino de hoy
lava efímero,
el gusto del desabrido,
pirata de la memoria.
Trae hazañas dementes,
incumple designios.
Arrasa la calma de la entrega,
promete maniobras seductoras,
quiebra la radiación de la ausencia.
Me hace menos humano,
menos vulnerable,
más inconsistente.
El vino de hoy
ya no da quimeras,
que alguien desee recibir.
Una huella suprimida,
un instante de armonía
y demasiada resaca.