Consciente de mi acuerdo con los niños de Mendoza para entregarles una función de Navidad, continué trabajando en las calles de la ciudad con bastante éxito, sin embargo, nuevamente vino a mí el director de aquel Hogar de Niños quien luego de saludarme me dijo:
- Señor don Loco Butter, espero que no haya olvidado su compromiso con nuestros niños.
- Ciertamente que no lo he olvidado , señor director- contesté con una sonrisa- mis muñequitos y yo estamos preparados para la ocasión.
- Me alegra saber eso señor Butter, de esta manera puedo dedicarme a resolver otros problemas graves que tenemos en el hogar.
- ¿Qué sucede con los niños, señor director?
- Bueno, acontece que no tenemos suficientes regalos para todos y eso sería fatal para la celebración de la Navidad. Lamentablemente las contribuciones de la gente no ha sido suficiente y aún nos falta cierta cantidad de juguetes.
- Yo tengo una idea – respondí en un grito – iremos a trabajar a los lugares donde venden juguetes y en vez de recibir dinero, actuaré con mis muñequitos a cambio de juguetes para el Hogar de Niños.
- Es una buena idea señor Loco Butter, pero no es obligación por su parte, se lo digo desde ya.
- No es obligación pero tampoco es un problema, dígame ¿cuántos juguetes necesitamos para tener regalos para todos?
- Los niños son más de un centenar y ya tenemos la mitad de lo necesario, como verá usted señor titiritero, la cantidad restante es alta.
Comprendí entonces la cantidad de juguetes que necesitaba reunir con mis muñequitos actuando en lugares de venta de juguetes y eso debía ser aproximadamente, unos sesenta a setenta unidades.
Trabajamos arduamente el tiempo que nos restaba pero lamentablemente no logramos reunir tal cantidad, lo que me produjo una honda tristeza y de pronto una duda nubló mi mente: ¿Cómo haría ahora para conseguir todos los juguetes? Ya no nos quedaba tiempo.
En la víspera de Navidad y en mi habitación meditaba... cómo hacer para solucionar el problema de los juguetes y de pronto comprendí que sólo había una salida: El dinero ganado tras todo este tiempo trabajando en Mendoza, de manera que me reuní con mis muñequitos y les pregunté si aceptarían comprar juguetes con nuestros recursos económicos.
Dieguito tenía una expresión grave en su rostro y su mirada reflejaba mucha preocupación, pero su alma noble de madera ya había tomado una resolución, aceptaba utilizar el dinero recaudado.
Rosita por su parte dijo que ella tenía familia, nenes y nenas de madera como ella y que lo más justo y recomendable era comprar los juguetes faltantes con nuestro dinero.
El muñequito político abrió grande su bocaza y lanzó un discurso donde señalaba que la república debiera contemplar una ley especial para financiar las Navidades de los niños pobres.
Por su parte, la muñequita locutora, estaba embargada de una gran emoción y de sus ojos de vidrios vi caer una lágrima que humedecía sus bellas mejillas de madera... ella también aceptaba.
Sin esperar más, tomé todo el dinero ganado en mis actuaciones de titiritero callejero y fui a un lugar donde se venden juguetes y golosinas para los niños para ordenar que se utilizara completamente y se llevara por transporte, toda la mercadería al Hogar de Niños pobres.
Al llegar la víspera de Navidad, y según la hora indicada por el director para la gran fiesta navideña del Hogar de Niños, acudí con mis muñequitos a realizar la función prometida, cuando llegué al lugar el director me recibió con una fuerte abrazo:
- Señor Loco Butter, hemos recibido una gran cantidad de juguetes y golosinas que según nos han informado, ha sido enviada por usted. Le quiero agradecer y asegurar que gracias a su gestión esta será una Navidad feliz para nuestros niños pobres.
- No se preocupe usted, no podíamos hacer menos por los chicos de su hogar, será una felicidad que mis muñequitos y yo compartiremos.
Luego vino nuestra esperada actuación frente a más de un centenar de niños cuyos rostros se iluminaron con la magia de mis personajes, aquellos que no tardaron mucho en dibujar en sus labios una sonrisa de felicidad.
Los pequeños estaban simplemente hechizados, encantados y maravillados con la historia de mis muñequitos los cuales ya habían cobrado vida y sentimientos propios.
Entonces, mientras actuaba, comprendí que aquellos niños no eran pobres, ni desvalidos sino por el contrario, increíblemente ricos en virtudes, en inocencia, en imaginación, en la nobleza diáfana de sus infantiles corazones.
Después de mi triunfal actuación, el director me invitó a participar de la ceremonia principal de la entrega de regalos y golosinas a todos los niños. Fue aquel otro instante de felicidad colectiva que difícilmente podré olvidar, especialmente si mis muñequitos habían contribuido a ella.
*****
La mañana siguiente ya caminaba por las calles de Mendoza con mis muñequitos al hombro y buscando un lugar para actuar, pues tenía hambre y ninguna moneda en los bolsillos.
Pero muy poca gente se veía en los barrios, en el parque, había en realidad, una gran ausencia de mis clientes habituales lo que trajo como consecuencia que la mañana fuera mala en el sentido económico.
Ya en la tarde, logré reunir algo de dinero pero necesitaba llamar telefónicamente a mi madre que está en la capital y saludarla con motivo de la Navidad, después de eso podría comer algo si quedaba suficiente dinero.
Al establecer contacto, le hablé:
- Mamá ¡!, ¿Cómo ha estado? ¿Qué tal la noche buena?, llamo para saludarla.
- Ariel ¡ no has regresado a casa para Navidad, te esperábamos... que ingratitud ¡
- Lo siento, pero no pude regresar a casa, tenía una actuación especial con mis muñequitos. Vos sabés yo soy un artista.
- Un artista, si claro, y cuanto te han pagado por aquella actuación... ¿mucho dinero?
- Y bueno, era algo de beneficencia y...
- Artista de beneficencia, ya comprendo, y seguramente ahora no tienes un cobre en los bolsillos. No en vano te llaman el Loco.
- Mira mamá lo que sucede es que...
- Lo que sucede es que ya has estado mucho tiempo en Mendoza y deberías regresar y te diré que no creo una sola palabra de aquello que has reunido mucho dinero, para mí que no tenés ni para el almuerzo. Volverás a casa más pobre que una rata, eso siempre sucede.
- No mamá, ahora soy más rico, al menos espiritualmente.
- No lo dudo, tus muñequitos también lo serán...
- Mami, no te burles, bueno, llamaba para saludarte y espero haya sido una buena celebración junto a nuestros familiares. Me despido mamá, no tengo más dinero para el teléfono.
- Está bien Ariel, gracias por llamar, recibe bendiciones de mamá que te extraña mucho y ya desea verte en casa nuevamente. Adiós hijo.
- Hasta pronto mamá.
Bueno, mi madre no siempre está de buen humor, especialmente en lo que se refiere al laburo pero ella está feliz de tener un hijo artista. Una vez siendo yo muy pequeño y en voz muy baja me dijo... eres el tesoro de mi vida. De manera que no hay nada de qué preocuparse.
Sintiéndome nuevamente feliz, comencé a caminar por las calles de Mendoza rumbo a aquel parque donde laburo con mis muñequitos. Caminando y silbando una canción, con mis muñequitos al hombro comprendí que ya era bastante conocido en aquella ciudad pues algunos me saludaban con sonoros gritos:
Eh, Loco Butter..¿Dónde vas?
Loco Butter, qué me contás esta tarde eh??
Loquito... ¿cuándo vas a hacer Romeo y Julieta con tus titeres?
Che Loco ¡ en qué parte te puedo encontrar ? tengo un contrato para vos...
Y así, qué conocidos somos los artistas, disfrutamos del cariño del público. Finalmente, y a media tarde llegamos a ese gran parque mendocino, ya se había reunido bastante gente, niños en especial.
Entonces, sin dejar de silbar, armé mi escenario y dije a mis muñequitos:
- Bien chicos, es hora de trabajar... no tenemos guita, de modo que... Aquí vamos nuevamente...
Ellos sonrieron felices y la chica locutora me guiñó coquetamente un ojo... este es nuestro destino.
“La calle es nuestro hogar”
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