Golpeó una, dos y tres veces su cabeza, el ladrillo estalló entre sus manos y el cráneo despedazado y sangrante, lo dejó caer, en espiral, imposiblemente muerto. Quizo de alguna manera borrar las huellas, sacudirse de repente los restos de cabello que se le prendían a la mano, dejar d ver el cadaver sucio y colerico que persistía en no dejarlo de mirar.
A la noche, tras la luz del vaso de wiskhy, recordó de nuevo esa mirada mutilante y roja. ¿Estarà muerto mi amor? se decía para sí, y volvía a mojar los labios y la lengua en la madera del wiskhy. Miraba detenidamente sus mano asesina, la forma de se miedo que pronto le cargo en odio y repudio sobre el rostro de quién, segundoas antes de asestar el primer golpe aún amaba. Encendió un cigarrillo permitiendo que el humo del tabaco se mezclara con el vapor que escupía su cuerpo, Bogotá es uan cidad fría y desalentada, nada de lo que hagas puede ser considerado rápido ni sagaz, la consideración es espacial, oblicua, estas parado en una esquina de repente, con la seguridad del cigarrillo en la mano, alguein viene a ofrecerte fuego, te impide la nitidez del anonimato, ahora te ha descubierto para él, te va llevando por sus laberintos sinuosos hasta el amor del amanecer. Puede pasar que te lleven a casa, que permitan que duermas entre sus ìernas y les cuentes, mentira por mentira, todos los retazos epifánicos de tu vida. Ahora uno está vivo, la mente se deja seducir por potras inconsistencias, comienzas a darte, a abrirte de par en par; seudónimo del amor, pierdes, gota a gota de la sangre, pares como una madre, como una meretriz.
La nena deja que el dolor de la ausencia le corra por la sangre, se dá cuenta uqe la muerte por fín dió como resultado la desaparición de todo lo que de ella habían robado, la devolución misma de su persona. La nena calla, bebe otro trago de wiskhy, no iba permitir más dejar de ser ella, no iba a permitir más dejkar de quererse, como en los tiempos de las primeras carnes, o a solas en la ducha o re leyendo las historias de Lawrence cuando la universidad preciaba. Ya estaba porfín decidida al designio del destino, lo demás no importaba, de todos modos ya esta muerto el amor. |