Si te miro, ya perdí en mi juego de seducirte; si no te miro, me arriesgo a perder por desatendido.
Si te llamo, ya pierdo mi enigmaticismo; si no te llamo, los minutos no pasan y las horas pierden sentido.
Si te observo, ya te hice incomodar; si no te observo, no podrás notar que en realidad te contemplo.
Si te toco, ya te pierdo por apresurado; si no te toco... si no te toco...
Si me mirás, ya no me importa nada; si no me mirás, no tardo en proponértelo.
Si me llamás, me invento personalidades a tu voz; si no me llamás, mi verdadera personalidad se queda esperando.
Si me observás, te confronto la mirada profundamente; si no me observás, es por la cruel guerra de seducción.
Si me tocás, no creo en ningún otro cielo, si no me tocás... si no me tocás...
Porque todo termina siendo siempre igual:
Vos me flechás con una simple e inocente mirada,
se produce un intervalo de comunicación absurda,
y es ahí donde me doy cuenta de qué las miradas y llamados previos no tienen sentido,
Porque con dos simples acciones, como observarnos y tocarnos, logramos empatar la guerra de seducción y rendirnos en la contemplación, que finalizará como puesta de escena para el amor.
Si he ganado siendo un perdedor, ¿qué sentido tiene entonces ser un ganador?... |