Aquella noche diabólika en la cual el diablo, el mismísimo, en persona, está conspirando siempre para que las cosas malas se den haciéndonos ignorar que quizás sea para nuestro bien, Karina Z penetró en lo más oscuro del corazón del jardín presidencial, apoyada por su kámara que conoce sus secretos de rekámara y sin pedirle permiso a nadie.

Lo que vio sólo los ojos de Karina Z saben lo que ven... lo que vendrá y lo que no vendrá, pero en estado puro, retorciéndose como micro mundos en plena actividad de lo que está escrito en el destino desde el subsuelo. La realidad estallando y cayendo desde los rincones más apestosos de la Galaxia como copos de nieve restallando por lo aires sin tener a dónde caer... sólo los ojos de Karina Z lo ven. Pegada, como siempre, a ese Mundo sin mundo que es, como ella sólo lo sabe, la única realidad.

Y, si un fantasma se asoma por sobre el lado izquierdo o derecho de su hombro, más bien un espectro, es sólo para pronto desaparecer como un haz de neón alejándose con las velocidades del rugido absortor de vaya a saberse cuál demonio protector de la naturaleza de Karina Z, de su verdadero Ser... conocedor de una otra realidad, de la kual, nosotros aquí, no somos más que pequeños sueñoz... tan voraces en nuestra pequeña ineficiencia.