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Inicio / Cuenteros Locales / diafana / Amor eventual a ritmo de Jazz

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Click en el despertador, bostezo, caricia al perro,
babuchas, cisterna, ducha,
cremas, pelo, labios, ropa,
mochila, puerta,
llaves (doble vuelta por si acaso) y…
Pausa en el rellano. Empieza a sonar una canción Jazz-Funky que resucitaría a los muertos.

Pisa el primer escalón de bajada y ya su paso no es cualquiera. La música le marca el ritmo. Las trompetas, el clarinete, la voz de esa negra que pone los pelos de punta.

Camina al son de la canción y nota como sus caderas se mueven en perfecta sincronización. Su paso firme y rítmico da sentido al contoneo de su culo que grita por la calle su orgullo. Sus pechos botan con gracia y definen las notas de una percusión trepidante que la elevan a un estado por encima de los demás mortales que se cruzan en su camino. Se siente sensual, bailarina enmascarada y diosa de la armonía.

Le hace recordar escenas de la noche anterior. La mirada expresando ese placer que ni siquiera los gemidos son capaces de alcanzar. Unos labios mordidos con insistencia, la mano que agarra el cuello, un gesto cargado de dulzura al retirar el pelo mojado por el sudor que queda pegado en su cara, unas palabras de aliento entrecortado susurradas al oído.
Añora a su amante eventual porque el ritmo de jazz le recuerdan el rimo de la pelvis de él sobre ella, bajo ella, tras ella…

Nadie la mira, nadie le ve porque va disfrazada de normalidad en su atuendo marrón neutro, en sus botas bajas negro invisible, en su pelo mojado, en su cara sin adornos.
Y nadie la ve, nadie la mira, porque nadie oye su música, nadie sabe que no anda anónima, que ella baila por la ciudad con un cimbreo de caña flexible, sensible a los elementos.

Nadie huele su ritmo ni su magia porque no tiene las dimensiones adecuadas ni la altura correcta. No mide 1,85, ni 90-60-90
Y mejor será así porque pobres de los incautos que quitasen su venda en los ojos y la vieran pasar. Sufrirían quemaduras de tercer grado si adivinaran la antorcha humana que pasa por su lado sigilosamente. No tendrían tiempo ni de un ¡ay! Antes de entrar en ignición.

Esos pantalones vaqueros ajustados como un guante de látex dan una dimensión, un momento sublime a sus caderazas en plena marcha rítmica y el roce de esas costuras rudas le hacen sentir un deseo y una fiebre entre las piernas que le obligan a entrecerrar los ojos y abrir sólo un poco los labios para esbozar una sonrisa.
Una frase con tono premonitorio se intercala en sus pensamientos “Hay personas que necesitan música de Jazz para desnudarse”

Interrumpe su danza un hombre que surge de la marea humana y la arranca del anonimato. La mira y sonríe de medio lado y con suavidad, acerca sus manos para quitarle los auriculares.


- Hola
- Hola
- Te conozco
- ¿Si? No lo creo. No te recuerdo.
- ¿Quieres que follemos al ritmo de tu música?
- ¿Qué? ¿Por qué?
- Porque eres la única que tiene lo que yo busco
- ¿Y qué es eso que buscas?
- Fantasía, una media sonrisa de niña pícara y unas buenas tetas.
- ¿En tu casa o en la mía?
- Mejor me enseñas tu guarida.
- Hoy te acompaña la suerte.



Texto agregado el 21-12-2007, y leído por 113 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
03-01-2008 Muy bello el Jazz que atiza encuentros amorosos y presurosos. laffinour
 
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