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A quien esta dirigido, el ruido, ya lo sabe.


"Interferencia en el bosque"


Yo si la vi.
Al margen de la realidad, casi como en una anotación al margen en el libro de la creación, igual a un garabato ilegible, que es la ropa preferida del secreto.
Así la intuí, entre postrada y dubitativa, mirando hacia el infinito.
Perdida en un mar de soledades contradictorias donde difusas hipérbolas le regalaban partículas de aire que impregnaban su no ser y la traspasaban acuchillándola y dañándola en su fuero mas intimo pues no podía sangrar.
Ella alteró el estricto orden de su propio Yo, originalmente disperso y dependiente del sin fin de puntos blancos y negros, hormiguitas o estrellas que estallan y nacen al mismo tiempo que es la señal de ajuste de la señal de ajuste, lo que hay antes del Verbo y de la Nada.
Puro y minimalista Ruido Blanco.
Instancia anterior del Ohm que todo lo contendrá en su enervante y caótico orden.
Y ese fue su pecado, soberbia de creer y de crear, de dudar en ser cognoscible o cognoscente.
Dudar.

Condenada al olvido estaba la bella fantasma sentada en un bosque marrón viejo y olvidado, como si nadie quisiera ver su condición traslucida.
Pobre bella fantasma inválida y petrificada en el Absoluto.
Reía o lloraba, mas no puedo intuir que diablos me quiere comunicar la gélida expresión que ofrecía su parálisis total, pero su hermoso rostro no hacia más que hipnotizarme como el canto de una sirena flotando en la dual condición de estar y no estar.
No hay para ella ni agua ni aire, solo un espacio de transición entre dos Nadas.
Nadar es imposible para la peculiar sirena, Nada es su destino, ni siquiera la nada, es estar y no estar, es ver sin mirar, es sugerir, es ser solo un velo, un castillo de aire invisible aunque intuida por unos pocos elegidos.
Doblemente paralítica, pues no tenía quien arrastre su pesada y antigua silla de rueda metálica y gastada por el tiempo.
Arrastrar aquellas pesadas ruedas en la agreste y traicionera topografía del bosque era imposible para ella sola, dulce fantasma, casi siempre invisible bajo las sombras de un viejo árbol que oscurecía sus delicadas informas.
Tenía miedo del árbol y del bosque, de su silla, cárcel y guardiana a la vez.

Así pasaba sus días, mirando con lascivia al ocasional visitante, seduciéndolo.
Pero desgraciadamente par ella, nadie podía ver más que una misteriosa silla ajada y algo gastada, pero sólida y eterna. Una silla que miraba al infinito.
Y ella solo quería ser parte de la luz y no una vil manifestación parecida a una sombra.
Ella quería volver a “ser” una habitante más del ruido eterno.
Lamentaba ser un fantasma condenado al olvido por el pecado de crear, de moverse de la paz inicial.
De moverse.
De posibilitar ser a los demás.
Fantasma inmóvil de un Dios castigado por devenir en si mismo.
Castigada por devenir y por corromperse.

Si vas al bosque solo veras una vieja y misteriosa silla de ruedas, perdida y sola en el tiempo y el espacio, mirando hacia el horizonte, suplicando que la arrastres para arrancarla así de su ostracismo, intuyendo tu presencia, tratando de advertirte, pero por sobre todas las cosas envidiando y maldiciendo tu capacidad de poder caminar.

AZM
MMVII

Texto agregado el 21-12-2007, y leído por 119 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
29-12-2007 Impecable las palabras que usaste, estuviste genial, con los detalles de tu cuento, con la inventiva aplicada. Te felicito, !!!! Mis 5 estrellas . adiós. ninfadafne
 
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