“Podría entrometerse en su dulce ostentación,
violar el lugar ordenado para el sufrimiento...” (Emily Dickinson)
O atacar diversos flancos psíquicos. Por ello decidió construir una estrategia. Desde esos inocentes ojos, la niña permanecía a la expectativa de sus palabras y gestos; de esa cotidiana relación paterna. Mientras tanto, él sólo recreaba inagotables fantasías dentro de su mente. Hasta que lo sublime del espacio fue transgredido por el deseo, en ultrajantes antesalas. Entonces la oscuridad; el anonimato; ese tétrico semblante escudriñado en el infierno de la gran ciudad; el deceso del pequeño cuerpo maniatado en los suburbios; la impunidad; esos inaccesibles mundos intrínsecos del ser humano...