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Las fases

La fase bebé me agarra a la mañana. Me despierto y me siento en una especie de limbo, no se como me llamo, no tengo conciencia del tiempo y tengo necesidad de succionar. Lloro y berreo, pido mi alimento, nadie me responde. Me tiro como puedo de la cama, bajo las escaleras gateando y lastimosamente llego hasta la cocina. Abro las alacenas y busco alguna botella: hay whisky , un poco de vino. Lo tomo e indefectiblemente me sabe a poco.
Cuando se me acaban las existencias etílicas sobreviene la fase monstruo destructor, que podría dividirse en dos sub fases. Hago añicos las botellas vacías; cuando no queda una por destruir la emprendo con los vasos, las copas e inútilmente trato de destrozar las cacerolas que se resisten a mis patadas. Tenía razón María Marta cuando decía que valía la pena gastar unos pesos más y comprar las Essen.
Ollas de mierda, te hubieras llevado tus ollas de mierda.
En esta fase miro la escena desde el techo, siempre del mismo lugar, como si hubiera una cámara en una esquinita, y me río al ver a ese monstruo, que más que monstruo parece un torpe payaso frenético. Me fijé bien y cámara no hay. Cuando en la cocina no queda nada por destruir, y los pies descalzos me duelen gracias a los vidrios incrustados y las patadas inútiles, comienza la otra subfase, que apunta específicamente a las cosas que no se llevó María Marta. Ya rompí casi todo: las fotos, los libros y los discos, las porquerías que tiene en el baño también. Los perfumes me los tomé.
Bebo tu olor, tu esencia, sos mía, te tomo y te vomito.
Queda su ropa en el placard, huevadas, algo de vajilla. Me preocupa que llegue el momento en que se acaben los rastros de ella en esta casa y no tenga nada más para destrozar. Creo que voy a tener que organizarme y separar un poco para cada día de la semana.
Ante la visión del caos de mi casa y la sed aparece la fase supermercado. Me visto, o casi, con el pijama y la campera me suelo arreglar, me subo al auto y voy a hacer las compras. Ya tengo el tiempo contado, tardo tres minutos y veinticinco segundos en hacer los dos kilómetros. Entro y lleno el changuito .Vino en botellas de vidrio; las botellas vacías después se transforman en material invalorable para el monstruo destructor, whisky, algunos vasos, también de vidrio, y muchas latas de conserva que elijo cuidadosamente por sus colores. En realidad lo importante es que no tengan nada de color verde.
Verdes son tus ojos. Ojos de mar, ojos de bolita de vidrio, ojos de gata, ojos de víbora.
Se me hace difícil. Una vez no pude encontrar latas sin verde y tuve otra subfase. Mucho no la recuerdo porque me desperté en el hospital y tardé como cuatro días en sacarme de encima las mierdas que me inyectaron, tengo un leve recuerdo; imágenes de una lluvia de arroz que se me incrusta en los ojos, pero se me confunden los momentos: estoy tirando paquetes contra las góndolas del supermercado y al instante siguiente estoy saliendo de la iglesia.
Estás tan linda con tu vestido blanco, princesa, ángel, demonio, yegua.
Me debo haber peleado con alguien, porque desperté dolorido, con las manos vendadas y la cara llena de moretones.
Vuelvo a casa. Amo llegar y encontrarme con esa especie de Bosnia en miniatura. Abro una botella. No paro de tomar hasta que no la termino. Y ahí comienza otra fase.
La zoológica. Mi casa se llena de gente, de animales, principalmente de insectos.
Hay lobos que me ensordecen con sus aullidos. Hay gatos. Una vez hasta apareció un tigre. Vienen mis amigos y mis padres.
Vos no venís mi amor, mi perra, mi dolor.
Les hablo y no me contestan, les grito y simulan no escucharme .Les arrojo cosas, los zamarreo Conversan entre ellos y hacen de cuenta que yo no existo. Y están los bichos. A ellos ni los molestan. A mi se me suben por las piernas, me pican. Pero las peores son las arañas. Peludas, enormes, me desesperan. Hay una gigante que tiene unos ojos verdes que me miran como pidiendo misericordia. La alejo, la pateo, y vuelve a subírseme despacio, me recorre el cuerpo con sus patas asquerosas, se apoya sobre mi hombro y me sigue mirando.
Mirada dulce, triste, no me das lástima araña de mierda, te odio como sólo se puede odiar a una araña.
Y todos que siguen haciendo como si yo no estuviera. No se si se aburren, pero de a poco se empiezan a ir. Y con tanta calma me quedo dormido. El tiempo se detiene.
Entro en una fase que es la de la nada. No sueño. Es como si se apagara un televisor de los de antes. De a poco desaparecen las imágenes y me voy convirtiendo en un puntito. Y de puntito paso a la nada.
Sos todo y sos nada, María Marta.
Me despierto, no se si dormí dos horas o dos días.
Se presenta la fase del hambre, agradezco conocer perfectamente cada etapa y haber tenido la previsión de comprar tantas latas. Pongo la mesa.
Tampoco te llevaste los horribles platos de tu abuela ni el mantel de la turra de tu madre.
Me queda linda la mesa. Hasta flores pongo. Abro las latas y como. Arvejas, atún y puré de tomates. Devoro, casi ni mastico. Me sacio.
Tengo hambre, hija de puta, si quisiera comer bien me iría a un restaurant.
Con la comida hay que tomar vino.
Y aparece otra fase. Salgo a buscar a María Marta. Es de noche. Voy caminando, grito su nombre y golpeo la puerta de cada casa Los vecinos llaman a la policía, y me convierto en un excelente corredor, los canas ya no pueden alcanzarme. Perfeccioné mi técnica y aparte de correr me vuelvo invisible. No quiero pasar una noche más en la comisaría, las fases ahí se me hacen desordenadas y pierdo el control de mis actos.
Hasta ahora no la encontré.
¿Dónde estás María Marta? ¿No te das cuenta que te amo?
Regreso a casa cansado, con el cuchillo en la cintura y la certeza que al día siguiente todo va a volver a empezar.
Las fases son agotadoras. Necesito dormir.


Texto agregado el 21-12-2007, y leído por 105 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
22-12-2007 Salta una fase y todo queda a oscuras. Como el personaje. Buen relato, imaginativo. Saludos arqui
21-12-2007 Muy interesante eso de fraccionar tu día en fases perfectamente identificadas por tu protagonsita. Me agradó leerte. 5* zepol
21-12-2007 Bravo amigo tienes oficio, cuando se escribe asi, lo de menos son las faltas de ortografía (¿hubo?). me hiciste sentir el delirium tremens, esto lo escribiste con las víseras en la mano. Enhorabuena, no dejes de escribir. dinosauro
 
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