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Inicio / Cuenteros Locales / jorgerodriguez / la dosis más barata de la tienda

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Ocultos de la verdad, las voces callaron para dar paso al angustioso silencio. Caras buscando respuestas en el compás de sus pasos, mientras yo sólo pensaba en una pequeña dosis... que no le hace daño a nadie.

De hecho, el otro día se me hizo imposible encontrar un poco para mí. Llegué a la tienda y me dijeron que para los de mi clase no había tal cosa, nunca me sentí tan fuera de lugar, como en ese segundo que parecía un siglo.
Entró otro tipo, con mejor disposición al diálogo. Comenzó a hablar con el dueño de la tienda un dialecto irreconocible pero que con seguridad, en un futuro no muy lejano, tendría que aprenderlo. Pero eso es otra historia.

El punto es que al cabo de un rato le vendió un poco de lo que yo quería. Pensaron que no me di cuenta, pero bastó con ver el bulto en el bolsillo del tipo al retirarse, para intuir que creían estar frente a un ciego o un imbécil, y que eso de la clase les daba licencia para burlarse de mí.

No lo soporté más. Hice un lío de los buenos, de esos que más que reconocimientos y honores... sólo recibes macanazos.
No tardó en actuar la fuerza pública, los mismos que nunca aparecieron cuando asaltaron a mi vieja o apuñalaron a mi viejo, por suerte nada grave y ahora está mejor. En cambio yo aquí y ahora recibiendo golpes por querer ser más, después de todo están entrenados para saber donde golpearme y cada una de mis debilidades.
No sé si estar orgulloso de mi actuar. No pudieron tres contra uno y tan sólo al ser cinco, lograron controlarme.

Si supieran cuan doloroso es.

Al día siguiente, no tenía luz. Seguía en ese calabozo donde el único lugar con menos olor a orina y mierda, es la puerta principal. Estaba tendido en el suelo, mi cuerpo más que entumido, paralizado por los golpes. Aún sentía el sabor a sangre en mi garganta y no importaba cuanto intentara ponerme de pie, porque los perros están dispuestos a obligarme a resbalar.

¿Qué les voy a contar a mis viejos?... la verdad por supuesto.
Entré a una tienda, le pedí al vendedor que me vendiera el más barato de su negocio, había ahorrado dinero suficiente para uno sólo. El tipo me miró de arriba a abajo o de abajo a arriba, que más da. Y me dio la negativa.

... Yo sólo quería comprar un puto sueño.

Texto agregado el 20-12-2007, y leído por 193 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
27-03-2008 qué gran final! retoki
20-12-2007 Un cuento interesante y atrapadoras letras donde se desliza al final una gran chispa de humor satírico. ***** Yetsenia123
20-12-2007 Yo en el cuento veo lo que veo y ese puto sueño ilegal es el mejor punto y final para la historia. Enhorabuena. Ysobelt
20-12-2007 Es bastante buenos protagoras
 
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