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Inicio / Cuenteros Locales / trotski / La verdad: un asesino a sueldo de la libertad

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Creo, y cuando digo “creo” digo que es un hecho real (y que viva el imperativo categórico de Kant) que existe cierto morbosismo al expresar la verdad (y ser sincero, por extensión). Morbo entendido como placer o displacer, como método impreciso para alcanzar unos objetivos que de otra manera nos sería imposible alcanzar, lo cual nos lleva a la idea (categórica, nuevamente) del egoísmo innato que existe en cada ser humano, un egoísmo positivo, pues todo lo procedente del hombre es positivo en el sentido más amplio de su expresión. El odio, la envidia, el deseo más radical (y violento) son entes tan propios de la humanidad, y carentes de espacio y tiempo, que sólo la locura más irracional de la cultura judeocristiana las tacharía como “infernales”. Cualquier religión, cultura o ideología que niegue el relativismo, la injusticia, el impulso, no puede caminar impunemente por nuestra tierra; la soga en el cuello es el destino para quien ose reprochar la naturaleza de cualquier hombre o mujer, pues eso, la naturaleza, es lo único que nos ata a nosotros mismos.

He aquí que la verdad, ciertamente enmarcada dentro del egoísmo positivo del hombre, es un acto sagrado, pero ¿quién es aquel que no siente el influjo del judeocristianismo en la conciencia? Pocos o ninguno en todo Occidente y cada vez menos, debido al colonialismo cibernético, en Oriente. No podemos escapar de las garras de un opresor que ha envenenado nuestra mente desde los paseos diarios de Sócrates por las calles de Atenas.
Quizás el largo proceso que nos lleve al nihilismo más radical pueda arrancarnos estas cadenas. Quizás entonces el superhombre pueda surgir (o más bien resurgir) de sus propias cenizas. Quizás.
Mientras tanto ¿qué?, ¿qué hacer ante esta ideología que sigue alimentando el neoliberalismo?: ¿Mirar y callar? ¿Tapar la calle, como han hecho tantos jóvenes durante decenios, exigiendo débiles reformas materialistas? No. La respuesta es simple: Guerra y Paz (calcando el título de la obra de Tolstoi). La solución no está en las manos, ni en el arma que sostenemos; está en la guerra más pura, más fiera, más violenta: el asesinato de la cultura, la ideología y la religión, reventar los cimientos de éstas para llegar al mayor vacío existencial que haya padecido civilización alguna a lo largo de la historia. Suicidarnos colectivamente para demoler todos aquellos “valores” (a pesar de la ironía del término en este caso). Acabar con el hombre del siglo XXI, con su pasado y su supuesto futuro.
Puede que entonces y sólo entonces podamos edificar unos valores que ningún insensato se atreverá a insultar.

Únete a la Fuerza Insurgente de Eliminación Cultural (lo siento, pero la broma era necesaria, esto parecía un comunicado del EZLN)

Texto agregado el 19-12-2007, y leído por 136 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
19-12-2007 El vacío existencial que describes solo tiene dos salidas válidas, realizarse con algo (un ideal) o con alguien (amor). Tu salida nihilista es un falso portón, es escoger el placer en lugar del amor, y la violencia destructiva en lugar de la edificación. De todas formas, aunque discrepo de tu planteamiento, quiero felicitarte muy efusiva y sinceramente, porque entre tantos, eres de los pocos que se detienen a profundizar en las cosas verdaderamente trascendentes. Y eso, te retrata de cuerpo entero. Reitero mi felicitación. Estrellas? Pa qué las quieres? Forman parte de esa cultura que niegas. Ah, y el superhombre que anhelas... siempre será una utopía. zepol
 
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