No encuentro mejor momento que éste para decirte que no sé que decirte, y hacerte entender que es precisamente éste mi dilema. Pienso horas enteras y nada. La noche pasa, el insomnio se aqueja de tener que soportarme y yo me quejo de querer decirte tantas cosas, de expresarte todo lo que pienso, de hacerte sentir lo que siento y no me sale nada. Pienso y te pienso mientras la aguja sigue su largo recorrido por las doce fracciones de mi reloj una y otra vez y de vuelta volver a empezar, desearía saber que decirte, pero las palabras punzan mi mente hasta dolerme. Adolezco, esta noche, de facilidad de palabra. Mis labios están sellados, mis cuerdas vocales no emiten sonido alguno. Comienzo a sentirme como un idiota, como aquél estúpido que se para frente a una chica que le gusta y le desea hablar, decirle que le gusta, que no encuentra persona más linda que ella, más simpática y que le afecte tanto su presencia, que todo su ser comienza a cambiar cada vez que se encuentra cerca de ella, que su corazón se acelera, que el ritmo de su respiración aumenta, que no para de sudar, que siente las hormonas revolotear por todo su cuerpo, que sus cabellos se erizan y entonces se acerca con toda la valentía con la que jamás supo que podía contar, le dirige una palabra y cuando ella se da vuelta él quiere terminar su oración y su voz tiembla, tartamudea como nunca lo ha hecho, pero esta vez sus nervios lo encierran en una prisión de impotencia, y se siente un idiota y se va lejos, dejando a la chica a su espalda sin dejarle jamás una explicación de lo que quiso decir.
Yo no quiero hacer lo mismo esta noche, pero no encuentro las palabras justas, que encierren este momento en el tiempo que me lo haga sentir por siempre en pequeñas dosis de placer instantáneo, mi mente no se acopla a lo que siento, mi sentir y mi pensar se encuentran lejos uno del otro, y esta noche la lejanía comienza a molestarme, a dolerme. La inspiración no encuentra el rumbo hacia mi mente, no logro adaptarme a este vacío.
Sé que tengo muchas palabras para ti, pero no encuentran el rumbo físico hacia tus oídos. El insomnio comienza a ceder, tengo sueño, tengo deseos de dormir. Me dirijo hacia la cama, me acuesto e intento dormir. El tiempo pasa, pero aún no consigo dormirme, doy vueltas en la cama. Entre sueños y vigilia mi mente comienza a funcionar, ¡sí! Los engranajes comienzan a funcionar, mi mente se vuelve la de antes, un pensamiento verborrágico que invade todas mis ideas, mi mente comienza a generar calor, es así que el frío causado por la impotencia tiende a desaparecer, las palabras surgen a borbotones, idas y vueltas de frases que resumen todo lo que quiero decir. Las palabras se vuelven ágiles, tengo mucho que decirte, mi mente forman las más bellas oraciones, no dejo de pensar en ti mientras sigo tumbado en mi cama, este es el mejor momento para decirte todo lo que tengo para decirte. Decirte que…, este, algo como…, eh, no, viste vos, este, sí sí…, eh… eh… y como…
¡Maldición! Siempre me pasa lo mismo, no puedo ser tan idiota, pero… lo soy. Tengo tanto para decirte, lo he pensado toda la noche pero…, este… eh, no me animo a decírtelo.
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