Últimamente me has dado muchas sorpresas, jamás pensé que después de tantos, tantos años, veinticinco, lograrás emocionarme como lo has hecho, ya te amaba y aceptaba así sólo por ser tú. Esa carta a mi hermana que has escrito de tu puño y letra es el intento desesperado de una madre ante la sordera inmadura y porfiada de una hija. Al leerla me has tocado el corazón mujer mía.
Ayer, cuando viniste a verme me lancé en tus brazos y no me daba vergüenza besarte la boca en esa esquina callejera tan concurrida, “te amo”, te dije, lo habría gritado más fuerte para que todo el mundo me escuchara. “Tú eres la persona que más amo en el mundo”, seguí, antes que todo y que todos estás tú primero. Quizás por eso tus problemas y silencios fueron míos, callamos y sufrimos juntas, siempre lo sospechaste. Caminamos de la mano en la calle, como si fuera la última vez que estuviésemos juntas, eso trató siempre. Nada más te pedí que vinieras a verme porque como nunca te echaba de menos y quería llorar como niña en tu hombro, pero me aguanté, “tiene que estar contenta porque no tiene mayores problemas en la vida” me habrías dicho, como siempre, después me habría sentido una estúpida, como siempre. Pero a pesar de eso, quería ser esa pequeña pálida y flaca osornina que era, sólo para que hubieras aprendido a acariciar como lo haces ahora. Veinticinco años me costó eso.
La otra vez fue tu mensaje en el celular, después en la casa me abrazaste por la espalda y me dijiste que me querías mucho, ayer con la envidia sana y alegre te pedí que me escribieras una carta a mí también, con palabras tan hermosas como las que le dediscaste a mi hermana, dije que bromeaba, pero no era broma que quisiera comprarle la carta a la Naty por una alta suma de dinero, más me conformo con una fotocopia de ésta. Aunque esas palabras no sean para mí, las robaré porque son las que esperé toda la vida, palabras de ti, palabras de cariño, tan difíciles de escuchar y más de leer.
“Quiero regalarte algo” te dije, a esas horas de la tarde y en frente de las tiendas, se me ocurrió carteras, abrigos, zapatos, blusas, lo que quisieras, me dijiste que no gastará mi dinero. “Quiero regalarte algo”, insistí varias veces, me dijiste que sí al fin, pero para no parecer tan “patética” a mi edad, me callé, mas interiormente pensaba en regalarte la luna, las estrellas y mucho más, mi vida por la tuya si la quieres.
A mi madre. |