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La autopsia

Salió con la escopeta y disparó. No vio nada, pero cuando llegó, ya era tarde.
No había explicaciones. No había pistas. No había nada con lo que pudiera descifrar qué había pasado. Uno de los seres que más quería en el mundo; estaba muerto. Al principio sufrió una depresión, un trauma, pero poco a poco se fue dando fuerzas para descubrir qué era lo que había ocasionado la muerte de ella.
-Ricardo, basta con esto. Yo sé que tenés mucha bronca y dolor por todo esto, pero basta de jugar al detective.
Ricardo Frías era un hombre de campo. Un hombre crédulo, sensible, sencillo, inocente, pero trabajador. Tenía cuarenta y cuatro años y había dedicado su vida a trabajar cultivando, criando animales, arriando vacas, montando caballos y extrayendo huevos de sus gallinas, leche de sus vacas, lana de sus ovejas, en fin, a tareas campestres. Vivía con su esposa Amanda, en una granja en el partido de Rojas.
Su dolor, era incurable.
-No Amanda, yo tengo que descubrir quién la mató.
-Va a ser peor, yo lo sé.
-Primero la muerte de Julia, y ahora esta, no, yo no me voy a quedar de brazos cruzados.
Julia era la hija de Ricardo y Amanda. Había muerto ya hace un mes, cuando sufrió un accidente de tránsito. Fue enterrada en el cementerio de la ciudad.
Esa noche Ricardo se quedó despierto, pensando en los posibles sospechosos. Más tarde, salió a buscar pistas.
A ella ya la había enterrado en un pozo cerca del lugar donde siempre le gustaba estar: el prado de pasto verde. No le contó a nadie de esto, pensaba que los demás creerían que estaba loco. A pesar de esto, se acordaba muy bien de sus heridas; unos pequeños agujeros en sus frágiles extremidades, la sangre chorreaba de ellas; sus orejas, también sangraban, ¿quién había podido ser el autor de este crimen?¿quién se había atrevido a matar a un ser tan angelical e inocente?
-Ricardo, seguro fuiste vos con tu escopeta, accidentalmente.
Esa expresión de su esposa, lo empezaba a convencer. Las balas podían haber ido a parar a sus extremidades, mientras que ella al caer, se hirió las orejas con el alambre de púas. Empezaba a sentirse culpable, cuando se dio cuenta de que no podía ser, ya que tenía cuatro agujeros en sus extremidades y él sólo había disparado dos veces.
-Imposible Amanda, imposible.
-Pero no te das cuenta de que...
-Me doy cuenta de todo, no necesito que me confundas.
-Ricardo, no te confundo, te doy sospechas y posibilidades.
-No me ayudes más; porque lo que acabo de pensar se puede volver en la solución al problema.
-¿Pensás en un nuevo sospechoso?
-Sí.
-¿Quién? Preguntó con el fin de encontrar una respuesta sin sentido e imposible de parte de Ricardo.
-No sé. Hasta que no esté bien seguro, no te voy a decir. Tus opiniones sólo van a servir para confundirme.
Lo que pensaba Ricardo en ese momento era una idea muy exagerada, que ponía en riesgo su matrimonio. Bueno..., no lo ponía en riesgo, pero llevaría a una fuerte discusión con su esposa.¿La habría matado accidental o intencionalmente?.Ricardo sabía que ella no la aguantaba más, todo el tiempo estaba a su lado y le prestaba atención. Tal vez, su esposa desearía que nunca se hubiese producido ese encuentro, cuando iban por la ruta con su esposo, un día de lluvia y frío, cuando la encontraron sola en el medio de la nada.¿Quién la habría podido abandonar?, tanta fue la compasión de Ricardo que decidió “adoptarla” de alguna manera.¿Celos?¿de Amanda?, él no lo creía, pero quién sabía lo que guardaba su esposa.
-¡¿Qué?!
-Lo que escuchas.
-¡Pero por favor Ricardo, no seas ridículo! ¡Dejá de jugar al detective, ya te lo dije! ¿Viste a lo que te llevó?¿Cómo vas a pensar que fui yo?, acepto que no me gustaba mucho, ¡Pero por Dios!
-Mira, no sé.
-Lo último que quería era que se muriera, ¿vos crees que yo querría que estés así; triste, mal, desganado?
-No, tenés razón, perdoname, es que...quiero saberlo, quiero saber quién fue capaz de matarla. Ella era muy importante para mí.
-Ya veo. Le tomaste mucho cariño, te apoyaste en ella por la muerte de Julia. Tranquilo, ya vas a encontrar quién la mató.
Se arrepintió de haber culpado a su esposa. Amanda no podía haber matado a...no quiso ni mencionarlo en sus pensamientos.
Al día siguiente decidió llamar a Martín Estebanez, un especialista en esos casos, que lo ayudaría a encontrar al culpable.
-Me parece muy bien. Dijo Amanda. Esperemos que esto finalmente se aclare.
Los minutos que pasaban para que Martín Estebanez llegara, se hacían horas para Ricardo. Su angustia, sus ansias y sus nervios se mezclaban para formar una sensación de miedo. En unos minutos, se podría saber todo.
-Buenos días Frías. Un gusto encontrarnos otra vez. Fue lo primero que dijo al ver que había 20 Km. para llegar al campo de alguien que podía hacer un escándalo por la más mínima estupidez.
-Yo sé que incluso es domingo, pero esto es muy importante para mí y necesito saber quién la mató.
Ricardo le explicó lo sucedido y decidieron desenterrarla para que Estebanez viera bien las heridas. Su cara era la de alguien que escuchaba y miraba embobado cómo una persona podía exagerar tanto las cosas. No podía creer que la había enterrado ahí.
No necesitó más de quince minutos para resolver lo que Ricardo no había podido hacer en casi una semana.
-¿Por acá hay lobos, zorros o perros grandes?
-Si, claro. Como en todos los campos, hay zorros. Contestó Ricardo empezando a razonar lo que había sucedido.
-¿Y? Dijo Estebanez con el fin de que le contestara lo más obvio. Estaba esperando que se diera cuenta de lo que había ocurrido. Esto, son mordeduras de zorro. No pudo llegar a destrozarla por completo, pero la mató. Ahí fue cuando usted salió con la escopeta en la noche y disparó con el fin de espantar al criminal. Las balas no están en su cuerpo, no le dió a ella.
-Te dije que no jugaras al detective, mirá quién era el criminal. No te salió bien Ricardo -Suspiró Amanda- Muchas gracias por venir Martín, mire por qué se preocupa mi marido.
-Ya lo veo. Bueno, después de todo, él no se habría dado cuenta de lo más obvio nunca. En fin, adiós gente, me voy.
En cuanto Estebanez se fue, Ricardo entró a la casa y se sentó en la silla más cercana.
-¿Cómo no me di cuenta?
-Y bueno, fue así. Al fin ya se resolvió el misterio. Ya sabés cómo murió.
-Sí, ya lo sé, ya se resolvió el misterio. El zorro mató a mi más querida oveja.

Texto agregado el 18-12-2007, y leído por 106 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
20-12-2007 me gustó el texto. Me fue sumamente interesante todo el desarrollo. A pesar de aquello, sugiero que siempre entregues "la última revisión" a tus obras, pues en ésta me desagradó seguir la lectura luego de mucho error gramatical. Lo bueno se fabrica; todos somos feos. Lo importante está en aceptarlo el_rey
 
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