CUENTO DE MAR
La mujer se siente muy deprimida en el momento. Manuel, el amante de toda su vida, una vez más le advierte que la dejará. Lo mismo ha sido sugerido muchas veces, pero ahora ella tiene la certeza de que no es una simple amenaza.
Anoche le comunicó su decisión irrevocable de abandonarla. El mar que una vez fue fuente de inspiración vital se había convertido, explicó, en una barrera que lo separaba de la vida que anhelaba en el presente.
Este mar que tanto le ha dado (igual les ha quitado a ambos) es el motivo por el cual él ya no quiere continuar aquí. Para ella, este pedazo de océano es lo segundo importante en su vida (lo primero es Manuel).
Un día de hace ya muchos años, esta inmensidad azul recibió durante veinte horas la lluvia, creció y se enfureció arremetiendo contra el hogar que una vez erigieron. Juntos volvieron a unir piedra sobre piedra para reconstruirlo y ahí vivieron dentro de una felicidad cotidiana. Pero ahora esas malditas corrientes que vienen esporádicamente de lejos, que arriban en barcos o lanchas traen rumores de voces que lo seducen, que lo invitan a emigrar. El mundo que antes representó tanto, ahora es pequeño, ya este espacio no es suficiente para el tamaño de sus ambiciones.
Quiere caminar por la orilla de la playa y continuar pensando. Se despoja de las sandalias para que el agua salada profane la aridez de sus pies. Luego se sienta en la arena justo donde el oleaje puede mojar su cuerpo completo. Mira hacia la vivienda, ahí aguarda la vieja maleta de cuero. ¿Habrá guardado todo en ella? No lo cree. Imposible. Lo intuye. Se deja caer en la arena. Quiere dormir. No le gustan las despedidas. Después despierta y la invade la ausencia. Sigue allí sobre la arena, deprimida, con resistencia a levantarse.
Casi al anochecer reencuentra la fortaleza, regresa a la cabaña. Sabe que ésta será una noche larga. Tiene que ser valiente. Entra. Se dirige a la cocina, se prepara una limonada. Cuando finaliza la bebida abre la puerta del cuarto. Sorpresa. Ahí está Manuel, acostado en la cama matrimonial.
-¡Bueno, Manuel creí que te habías ido!
-Ven tonta, acuéstate a mi lado.
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