Es gracioso.
Siempre, pero siempre, el colectivo que espero llega al último.
A6, N1, C3 y detrás, el C5 y detrás de este, el C4, C2, N, N1, CV, R4, R2 y el A6 otra vez. E7, E5, A10, 501, 600 y llega el C3.
Pero el que yo espero no.
Yo espero el T. EL t y déjenme enfatizar el EL.
La rubia ya ha dejado pasar cinco colectivos T y espera, ahora con frío, el T1 que la lleve a su casa. A mi también me lleva el T1 a mi casa, ¿saben?
Yo he dejado pasar tres T.
¿Por qué? Por una chica. Una chica a la que no conocés su nombre o su edad. O en donde vive. O en que lugar le gusta que la besen. Si desayuna a la mañana o si le gusta sumar los números del boleto para saber la letra inicial de algún nombre de alguien que la amará de por vida.
La gente se empieza a acumularse en la parada por tercera vez en la tarde-noche. Ella tirita de frío y
-¿Vos esperas el T1?-
-Si, hace cincuenta minutos.- dice ella con una sonrisa cansada de estar casi una hora muriéndose de frío y todo un día pateando en la ciudad. Su portafolio roza mi pantorrilla y es un roce casi sensual. Hasta pornográfico diría yo.
Y viene el N11, y el C5, y el C3. El CV, R2 y R4. Pero el colectivo que yo espero no llega.
Un auto al que le falta un burlete se detiene por el semáforo, una mujer con calzas blancas en bicicleta pasa por el borde de la vereda y cuidado con el agua. La rubia retrocede y me choca con esos hombros perfectos que tiene. Un par de chicas feas pasan sonrientes frente a mí. Y una señora habla y habla y se queja del frío.
Es raro oír música a esta hora en la ciudad. Un lugar que se jacta de ser alegre. El más alegre del país. Pero en realidad es una ciudad triste. Vieja y gris. Y cansada. Y amargada. Que se oculta tras una careta de felicidad tan falsa que no es difícil verle las grietas.
Hay quien dijo que si uno enciende un cigarrillo el colectivo que nunca llega por fin lo hace. Eso es mentira. Yo ya me he fumado cuatro.
Y ella me mira por el rabillo del ojo tratando de estudiarme y luego mira hacia otro lado cuando me descubre haciendo lo mismo.
Su cabello es amarillo heno y sus cejas confirman que es natural. Pequeños invisibles sujetan el flequillo y se levanta hacia atrás voluptuosamente dejando ver perfectamente despejados sus terribles ojos negros.
Es flaca con ganas y de hombros remarcados sobre sus pequeños brazos. Senos pequeños bajo su campera ajustada de algodón color negra. De cintura pequeña adornando un casi inexistente culo que se oculta aun mas bajo de los pantalones anchos de marca. Pequeña.
Tiene unos zapatitos a rayas en punta y es blanca como la nieve con algunas pequeñísimas pecas sobre sus mejillas.
Pero su sensualidad lo es todo.
Tose débilmente y sus deditos enfundados de anillos le cubren la boca.
No tiene una voz aniñada o nasal, sino firme y segura, casi grave. No puedo evitar oírla gemir en mi cerebro.
Y ahí estamos los dos en la parada, esperando el T1. Yo hace treinta y ella hace cincuenta minutos. Escoltados por casi veinte personas que se meten al T y nos pasan como postes sin vida. La parada de colectivo es uno mismo en la ciudad.
Un chico reparte tarjetas de animalitos diciendo “Te quiero” y “Eres mi mejor amigo”. Otro pasa y relojea a la rubia. Ella sopletea por que el bondi no viene mas.
Y yo podría hacerte sentar sobre mi pelvis y gozar durante una hora seguida. Y podría darte el más incondicional de los amores. Y hacerte sentir la mujer mas amada del planeta.
Podría…
Pero no te conozco. No se quien sos. No se tu nombre ni tu edad. O si te gustan los huevos fritos o revueltos. No se ni siquiera de que color son las paredes de tu habitación.
Y aun así dejo pasar otro T que me lleva a casa para poder tomarme el T1 que la lleva a la casa a ella.
Miro hacia el fondo de la calle tratando de vislumbrar el colectivo y el frío se hace más filoso. Y noto que me esta mirando. Y levemente giro mi cabeza en dirección a ella y nuestros ojos se encuentran. Y es evidente que se ha propuesto aguantar la mirada en mis ojos hasta que yo ceda. Pero yo no cedo. Y ella tampoco. Y no estamos a más de un metro de distancia. Y entonces ella esboza una sonrisa de dientes perlados y se gira a la calle para ver si viene el bondi.
Un taxi apurado con su bocina y una Zanellita ruidosa en la calle. Un perro loco del centro y ese viejo que se disfraza de Jerónimo Luis de Cabrera en la vereda. La luz naranja ya lo baña todo.
-Cinco “Tes” pasaron ya.- dice hastiada.- Cinco. No lo puedo creer.-
Yo intento decir algo inteligente. No me sale. Ella lo nota y le gusta por que se sabe linda. Sabe que me atrae. Y sabe que he dejado pasar tres (cuatro ahora) colectivos por ella.
-Meli.
-Pablo-su mano está helada, pero me provoca una extraña sensación de bajo vientre.
-Podríamos compartir un taxi-me dice y se ríe.
Pero no. Si no este libro se llamaría Taxi. Esto tiene que suceder aquí, en la parada, desarrollarse en el bondi y morir en el ¡Trrr! ¡Chff! Cuando uno se baja.
Y sus labios se mueven formando palabras y su lengua se mueve en la boca de mi depravada imaginación de hombre y sus perfectos senos de diosa y su pequeño cuerpo de ninfa bailan una sincopa arruinada de una canción de invierno sobre mi sexo.
-¿Y donde vivís?- pestañea un par de veces muy rápido.
-En Urca- miento como un hijo de mil putas.
-¡Yo también!
Si viviera en Urca no estaría pensándote desnuda sobre mi con tus lunares de espalda mirándome desde lo alto de tu columna, estaría cabreado por que el puto colectivo no viene mas y no te habría ni mirado.
¿Y viste tal película?, dice. ¿Y que música escuchas?, digo yo. ¿Por qué Cohelo es tan aburrido?, hasta coincidimos en algunas cosas.
Es gracioso.
Por que el bondi que yo espero, siempre, pero siempre, es el ultimo en llegar. Aunque espere un bondi que no es el mío. Aunque espere un colectivo que no espero.
Finalmente llega. Salpica un poco de agua y abre la puerta. Tres centímetros de la raja de su culo se escapan mientras sube las escaleras. Yo muero.
Y de nuevo la música, el cine y la literatura y ella que estudia arquitectura y yo que estudio como ser mas patético las veinticuatro horas del día y ella que se ríe y yo que me derrito.
Y el viaje que se pasa tan rápido como fiesta de año nuevo.
-Yo me bajo acá, ¿Vos?
-En dos paradas mas, pero si querés te acompaño a tu casa.- embustero.
-¡Bueno, dale!
Y la beso en la mismísima esquina en la que nos bajamos y ya no hace frío. Su lengua está en mi boca y mis manos en su cintura.
Luego llegamos a la puerta de su casa y saca una lapicera y un papelito con la cara de Garfield y…
-Debo estar loca.- menea la cabeza.
Melina: 153522385 (el numero esta cambiado, no se gasten)
-Llamáme.
Y otro beso de esos que te calan el alma y se separa de mi con los ojos cerrados.
Es gracioso.
El colectivo que yo espero, siempre, pero siempre es el último que llega. Y yo deje pasar cinco. Y esta historia no terminó con el ¡Trr! ¡Chff! Parada por favor.
¿Es gracioso?
O quizás haya un lugar para un epilogo en las historias de bondi. En los amores de bondis.
Su saliva todavía está caliente en mis encías y yo camino por Mayor Arraubarrena hacia la Rafael Núñez esperando que pase el colectivo que me lleve a casa.
Hace un frío del carajo y es tarde. Pero ella lo valió. La voy a llamar. Quédense tranquilos.
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