-Damas y caballeros, tengan ustedes muy, pero muy buenos días.-dijo –Voy a quitarles un segundo de su amable atención para presentarles una increíble oferta…-y llevándose una mano al pecho, dijo -…mi alma.
El colectivo venia parcialmente lleno. Había una o dos personas de pie y todos los asientos ocupados. Al decir aquello último, todos allí le prestaron atención.

-Usada, pero de primera mano, está garantizada una excelentísima aceptación y respuesta sentimental. Además de muchísima resistencia a las adversidades de la vida y al trajín urbano de los días. Muy sensible a las emociones, y se la estarían llevando por solo: un peso. Una moneda, nada más. Pero esta oferta no termina aquí. Por el mismo precio se lleva la eterna gratitud de mi sonrisa por haberme ayudado en esta tarde. Disculpen las molestias que pueda haberles ocasionado. Un feliz y placentero viaje para todos.

Los pasajeros se encontraban estupefactos.
El colectivo se quejaba con sonidos herrumbrados.
El tipo de pie en el medio del pasillo con varias decenas de ojos mirándolo.
Y una mano se levanta ahí a la altura del segundo guardabarros.
El tipo se acercó y una mujer de unos cuarenta años, de cabellos enrulados y mirada penetrante –muy atractiva dentro de sus parámetros de edad- le extendió una moneda y una sonrisa.
El tipo le dio un papel. Una suerte de pagaré, supongo.
El colectivo se detuvo ahí en Av. Colón y Coronel Olmedo por el semáforo. El tipo se bajo sonriente y sin quitarle los ojos a la compradora que tampoco dejaba de mirarlo.
Un auto que cruzo en rojo a muy alta velocidad lo arroyó mientras el cruzaba por la senda peatonal.
Al menos, creo, que su alma estará en buenas manos.