—Dicen que escondes el libro.
—¿Qué te interesa de aquella cosa maldita? —respondió un andrajoso jorobado, arrodillado a un flanco del misterioso anciano al cual los rumores acusaban, ese quien llevaba sobre sí una piel de oso, ocultando así su delgada figura y su oscura barba.
—Estas hablando con el rey, Drobél. Guarda silencio. Y sí, yo lo escondo… Drobél lo escudriñó hace algunos años. Poco entendió… algo más que yo. Por eso dudo que os sirva y por eso no dejaré que vuestros ojos lean. No lo poseerás.
—Mientras más nos alejemos de nuestro pasado, más difícil será la tarea de descifrarlo. Permíteme leer la primera hoja… y te diré lo que he comprendido de ella. Sí estimas que me alejo del significado, no te molestaré jamás —calló, dejando a un lejano búho ulular, y apuntó a la caravana nómade—. Confío en que la Historia nos ayudará.
—Dudo que logréis absorber algo. Pero quiero hacerte saber: de no ser por la trágica muerte de tu hija… jamás hubieras hallado en mí compasión. Tomad la primera hoja del libro copia trascrito por la mano izquierda de Drobél.
El viejo buscó en su bolso de cuero y sacó un grueso pergamino que comenzó a desenrollar. Luego rasgó un pequeño trozo y se lo entregó al rey.
—Te aseguro, Belmor, volveré mañana por lo que continúa —dijo el monarca, subiendo a su montura.
Se lo vio unirse a la extensa hilera de gente, carretas y animales; con semblante esperanzado. “Dentro de poco anochecerá… detrás de aquella loma, junto al río, acamparemos”, decidió.
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Día 3 --------------------------------- Noviembre 6, 2359 d.C
Han pasado muchas cosas desde la última vez que escribí.
He tomado conciencia de la situación, y creo que estoy viviendo en la época más mísera de la humanidad. Nuestra esperanza de vida como cultura y como civilización ha bajado tanto, que estamos al borde de la extinción. Hemos retrocedido hasta el punto de ser algo más de cien mil humanos vivos… de haber perdido nuestra Tierra… de haber perdido siglos de historia, de información, de vidas… todo.
Hace tres días, 154.665 personas estábamos en el espacio, en la órbita del planeta que habíamos estado buscando durante años. Sucedió de improviso: extremistas abordo intentaron destruir la Nave de Salvamento, nave que lleva en su interior a la humanidad restante, junto con toda la información tecnológica, cultural e histórica. Gracias a nuestro Señor Todopoderoso y al actuar de las autoridades pudimos escapar a tiempo de la nave insignia… pero algunos no lo lograron… murieron cerca de quince mil personas.
Como el escape fue crítico, en este momento no poseemos todos los elementos necesarios para establecernos como civilización de forma segura. Hemos perdido épocas de información de todo tipo… Al fin y al cabo, la Nave de Salvamento está destruida. Ahora nos encontramos en un campamento ubicado en una extensa llanura, en el famoso planeta 309-D. El clima se estima como templado cálido, y por lo visto estamos en primavera. Un amigo teoriza que se eligió este hemisferio a propósito, ya que estando en esta estación se tiene más tiempo de preparación para enfrentar el invierno.
Cuando nos dejaron en tierra, se cubrió un inmenso espacio debido a la cantidad de naves que nos evacuaron de la órbita. Eran quinientas. En consecuencia decidieron formar en la amplia planicie un gigantesco círculo constituido por las naves de transporte alineadas. El círculo tiene cerca de 15km de diámetro y cubre un río, un lago, pequeños bosques y algunas colinas, y al centro de todo se situó el asentamiento de gente. Aun así, la multitud está asustada: la acción de escape fue demasiado precipitada y todo lo sucedido desde aquel lapso se ha improvisado.
Hay muchos rumores. En la nave de salvamento, antes de las bombas, se hizo pública una supuesta información secreta. Todos decían que se había encontrado vida inteligente avanzada en 309-D. Esto provocó el pánico de mucha gente, quienes luego de una década de navegación escapando de la Tierra, esperaban la paz en el aparente “paraíso” o planeta encontrado. Sin embrago, las Fuerzas de la Unidad como institución, junto con el Presidente de Las Naciones como ejecutivo, desmintieron el rumor pronto, atribuyendo la mentira a fanáticos religiosos que deseaban desprestigiar a todo mundo que no fuera la Tierra. Se explicó que el grupo profesaba que como ésta había sido destruida, la humanidad debía correr la misma suerte. Pero bueno, hasta ahora el rumor de las existencias inteligentes va perdiendo fuerzas; con el atentado y las bombas, los fanáticos perdieron credibilidad. Además, en estos tres días no hemos visto nada más inteligente que unos animales parecidos a los bisontes, que pastan en donde las lomas son verdes.
Los soldados de las Fuerzas de la Unidad están distribuidos en la, popularmente llamada, “muralla”. Hacen guardia desde dentro de las naves de transporte asentadas en forma circular. Ayer hicieron limpieza de los engranajes y desplegaron los paneles de energía solar para mantener en forma el único método de transporte que poseemos. Mientras caminaba por las afueras del campamento, me impresionó el paisaje que pintaban las lejanas maquinas, cubriendo y protegiendo, a kilómetros, todo el horizonte.
De autoridades, el Presidente de Las Naciones y el teniente coronel elegido como institución rigen la humanidad. El almirante falleció en su nave y será recordado en nuestra historia por sus heroicas acciones. Luego de las detonaciones, dio curso a varias maniobras: eligió improvisadamente el lugar de aterrizaje para las naves de transporte; logró formar un grupo cuya misión fuera reunir a los sobrevivientes dispersados por la nave. El grupo salvó a todos (exceptuando al un valeroso suboficial, que se sacrificó junto a un gran pelotón, evitando que los fanáticos llegaran al control de las tres mil Warflight o “cazas de combate”); dirigió la táctica que cedió tiempo a la población para escapar de las explosiones. Y por último… algo que pocos hubieran alcanzado a prever… ingresó con la garrafal nave, mientras se destruía, a la atmósfera y la hizo estrellarse a unos doscientos kilómetros de nuestro punto. Mi amigo asegura que nos legó una gran mina de metal, entre otras cosas. Yo… no sé que pensar.
Ahora apagaré la luz de mi carpa, y me preparare para dormir una vez más en este mundo. Aun guardo esperanza… no creo en nuestra triste extinción. Después de todo no hemos llegado tan lejos por nada.
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