Todo estaba dicho. Las palabras, cansadas de que las personas las utilizaran para engañar, extorsionar, manipular y hasta matar, decidieron fraguar una rebelión para formalizar su protesta que de hace rato se venia gestando. Cartas de amor vacías, propuestas de amor engañosas, libros religiosos de doble moral, apreciaban como sus contenidos se desvanecían como el polvo porque, sus oraciones cansadas de tanta falsedad, decidieron unirse a la protesta.
Nunca antes se vio algo parecido, esta no era una manifestación cualquiera, era un llamado de atención a la humanidad, que por tantos siglos no se preocuparon por dar un buen uso de ellas; Ahora pagarían con creces su gran pecado.
Y en verdad el miedo empezó a reinar. ¿Qué vamos a hacer nosotros sin ellas?, se preguntaron las personas. No habría mas amor, perdón, gracias, belleza, bondad, entre tantas otras. En pocas palabras, porque ya no había muchas, la propia vida estaba en peligro.
El paro era todo un éxito; ya se hacia notar la alegría y la celebración. Pero, desgraciadamente, se les olvidó un detalle, que al pasarlo por alto acabó con todos los planes. La indiferencia llegó.
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