" No era la muerte, pues yo estaba de pie y todos los muertos están acostados...” (Emily Dickinson)



Era esa mala costumbre de no recordar lo sucedido o el aciago día latiendo entre las sombras. Si yo estaba erguida delante de los cuerpos, ¿Porqué endilgarme culpas u olvidos?. Allí; perpendicular; sumida en esas desgraciadas almas ajenas. Y como un duende sigiloso fui de puntillas entre los cadáveres; me hice eco de sus quejas, indagando el origen de esas muertes; asistiendo heridas, a la espera de una palabra que me hiciera comprender la realidad. En ese campo de batalla nada concordaba con mi vida; sin dudas lo había olvidado todo o alguna fuerza extraña me contradecía.
Entonces al fin del camino pude vislumbrar un endeble punto de contacto que se hizo luz y oscuridad, para verme tendida junto a esos otros cuerpos desangrados después del estallido...

Ana Cecilia. ©