Los cuenteros somos todos unos…


…soñadores ilusos que vivimos creando mundos hipotéticos y seres que los pueblan para así avasallarlos o enaltecerlos en sus vidas tenues de chispeantes sucesos. Les damos vida, los asesinamos, los resucitamos, los humillamos hasta transformarlos en guiñapos de seres o les procuramos la gloria para que sean semblanzas ejemplarizadoras. Muy pronto nos damos cuenta que nos acosan tratando que cambiemos el curso de sus precarias vidas y nos hostilizan y doblegan al aparecérsenos en terribles sueños. Cuando es demasiado tarde reparamos que ya somos esclavos de esos personajes turbios que sólo estaban al acecho entre los recovecos de nuestra febril imaginación. ¿No será acaso que los cuenteros somos una especie de mediums que sin orden ni concierto, estamos llamados a resucitar almas por medio de nuestros escritos, para que estas nos ronden como espantosos polluelos del averno, se posesionen de nosotros y se perpetúen en cada cuento asumiendo las más diversas personalidades? ¿No sucederá acaso algo más espeluznante: que seamos suplantados por alguno de aquellos personajillos, que nos haga creer que somos su dios para irnos absorbiendo poco a poco y un día cualquiera asumir nuestra existencia y ejercerla con la plenitud más abismante?

Cada vez le temo más a las voces interiores que me van dictando interesantes cuentecillos. Tengo la horrible sospecha que ellos son la carnada para que me vaya sumiendo poco a poco en ese mundo de irrealidades. Lo paradójico sería que fuésemos tragados por una historia y que nuestra cárcel sea desde entonces nuestro propio cerebro. Para evitar aquello y para estar al tanto de sus estrategias, cuando siento que una historia se está cuajando en mi cabeza, evito pensar en los personajes. Se que están allí, agazapados en las circunvoluciones de mi cerebro, coludiéndose unos con otros en terribles contubernios, riéndose bajito ante la evidencia de mi fragilidad y esperando que yo lo esquematice de una buena vez para hacerse invencibles.

Pienso seriamente en prescindir absolutamente de personajes en mis próximas obras. ¿Acaso –y vaya que ejemplo coloco- el Quijote no absorbió por completo a Cervantes, en complicidad con el picaresco Sancho Panza? ¿Quién puede jurar que García Márquez no está atrapado para siempre en la mágica ciudad de Macondo y es el general Aureliano Buendía quien lo suplanta?. Por precaución, les recomiendo que ustedes hagan lo mismo. Quiero tener la certeza que el día de mañana cuando me dirija a alguno de ustedes, sean ustedes quienes me contesten y no alguno de sus personajes…