La noche, muerte del día,
viene como una sombra en soledad.
El olor a muerte se siente
y el color del musgo se hace presente,
penetrando en esta habitación.
Veo mi rostro en el espejo,
vuelven recuerdos de un pasado olvidado.
El aire mediocre de esta ciudad
me araña los pulmones al inhalarlo.
De pronto cae el silencio,
como una piedra al mar,
por mi ventana veo el cielo
que se mezcla con el agua del mar
en el horizonte del paisaje.
Mi lengua se siente pesada,
no puedo pronunciar nada,
mi sangre se torna rosada
al escurrirse por la cerámica blanca.
Un torrente de lágrimas
recorre mis mejillas
mientras bebo un sorbo
de mi copa de vino.
El viento, denso y frío,
produce un sonido ronco
y pareciera que jadeara
al pasar por mi ventana.
En el árbol que veo afuera
se posan miles de pájaros,
como los sentimientos de mi alma
que reposan enterrados.
Éste es el útlimo día
en que podré ver el mundo,
yo sé que él no quería
dejarme en la orfandad.
Levanto la mirada al cielo,
mi corazón late violento,
del cielo nublado cae
una lluvia persistente.
Mis recuerdos son como clavos
que martillan mi cabeza,
comienzo a sentir frio
y un sabor a metal en mi paladar.
Mi sangre fluye libremente,
como agua de un manantial,
el sonido de la lluvia me relaja,
como una concertina angelical.
Me asombro al pensar
que el final está cerca,
mi cabeza me da vueltas
como al sol la tierra.
Me veo en el espejo nuevamente,
mi rostro palidece repentinamente,
me cuesta mirar en la habitación,
como si hubiese humo a mi alrededor.
Me desvanezco súbitamente
y caigo al piso como una piedra,
cierro los ojos con mucha cautela
para soñar eternamente.
♥
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