Por que el amor y el odio siempre tienen dos partes
En el tiempo en que Marianne estuvo ausente de este mundo, la vida hasta allí recorrida pasó como un relámpago por su mente. Comer tierra, jugar hasta tarde, mojarse en las lluvias torrenciales, la graduación de la educación media, su primera vez. Cuando inició este trabajo por la necesidad del dinero, y luego le gustó intentar ayudar a las personas, aún al dueño de esta llamada, la que desencadeno en ella su real ser. En la calle se dedicó a matar a quien lo deseara con ansias. No los mató a todos no porque no lo desearan sino porque no lo merecían. Pasaron tres días con sus respectivas noches realizando los sueños ajenos, llegando a una entidad encargada de ayudar a los enfermos de SIDA. Sin dudarlo entró allí y degolló uno por uno a los convalecientes. Una niña no contagiada( inexplicablemente se encontraba en este lugar), le dijo “Tu eres Lilith, ¿verdad?”. Marianne le respondió, cariñosamente, “Ve y da testimonio”. La única sobreviviente salía, mientras la ley instaló el operativo, encaminado a detener a Marianne. Se dio el tiempo necesario para concluir por las buenas y cumplido ya, entraron los policías descargando las armas. Una silueta alargó los brazos en forma de cruz, e increíblemente, ninguna bala le tocó. El lugar se llenó con una luz enceguecedora, y cada uniformado, desorientado, caía al suelo. Navajas no hubo de por medio, Marianne aprendió rápido, y ya podía matar sin necesidad de medios físicos. De su voz salieron las palabras TODO ESTÁ CONSUMADO. Un hombre, en sus últimos segundos de vida, divisó una lengua de fuego quebrando el techo de vidrio, envolviendo de inmediato a esa extraña mujer dueña de un aura angelical, y la vio, mientras él moría, en el inicio de su ascensión a los cielos
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