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Liliana sentada en la banquita de madera, Liliana leyendo la amarillenta carta que en sus manos tenia, Liliana odiando un recuerdo viejo y hasta esa tarde olvidado.

Cada mañana luego de hacer el desayuno, limpiar la casa y cumplir con esa infinidad de pequeñas tareas invisibles para todos, pero que constituían en gran parte el diario vivir de Liliana, ella se sentaba sobre la banquetita de madera tallada, que unos cuantos años atrás le hiciera, Camilo el hijo menor de la patrona, sentada sobre aquellos trozos de madera, Liliana se sentía diminuta y triste, recordaba instante por instante todos y cada uno de los eventos de aquella tarde de octubre, aquella maldita tarde de octubre.

Como olvidar el rostro de sorpresa y asco, con que la miro doña Susana, la mama de Camilo, cuando este le confeso con una vos temblorosa y tímida la relación que el y Liliana entablaban desde unas cuantas semanas atrás.
Liliana bien recuerda el reloj de péndulo que lealmente marcaba la hora como lo venia haciendo por casi treinta años consecutivos; las dos y veinticinco minutos de la tarde. Camilo y doña Susana estaban sentados al rededor de la mesa del comedor de la casa grande, discutían sobre minucias relacionadas con la herencia que don Pablo López les dejara dos meses atrás, a doña Susana, Camilo y sus dos hermanas, dinero que constituiría la primera justificación que doña Susana mencionara sobre la infactibilidad del “caprichito” (palabra con la que definía la relación de camilo con Liliana) de Camilo.

Liliana no pudo mas que derramar unas cuantas lagrimas silenciosas, al escuchar las palabras interés y vividora de los labios de doña Susana; ella que llevaba trabajando en la casa como diez años, de los cuales hacia casi dos no recibía un peso sueldo; ella que en las épocas mas duras de la familia antes de la sorpresiva muerte de don pablo y su inesperada herencia, sacaba dinero de su propio bolsillo para la leche de la menor de las nenas que todavía gateaba; y lo peor de todo, el mas fuerte de los dolores fue el silencio de Camilo, un silencio burdo e hiriente; y aun peor la solicitud de este de que le dejara solo con doña Susana .

Luego de esa corta pero abismal espera, lo imposible sucedió, el sueño hecho realidad la aceptación de la madre; Liliana no lograba disimular su alegría; el tímido y cobarde del camilo logro convencer a doña Susana la inteligente y calculadora doña Susana; y para incrementar su sorpresa; la única condición que doña Susana exigía era la inmediata realización de la boda; y el compromiso de guardar silencio un tiempo prudente.

Liliana recuerda perfectamente la boda, su alegría infinita por aquella boda soñada e inesperada que en ese preciso instante ella vivía; también recuerda el estupor y el incontrolable ataque de pánico, seguido por el despertar de un odio que jamás moriría; eternamente dirigido a Camilo….al Camilo que la dejara desnuda, arrojada sobre la cama nupcial esperando eternamente su reaparición por la puerta principal de aquella habitación de hotel barato.

Liliana siempre odio aquella tarde, aquel hombre y a aquella familia que huyo de la ciudad a la mañana siguiente de aquella fatídica tarde; siempre odio todo esto, pera la verdad nunca pudo entender la razón de aquella inhumana y asquerosa traición, nunca hasta esa mañana de diciembre.
Ocho años pasaron, desde el octubre en el que Liliana vivió la peor de las pesadillas, hasta el diciembre que por deseo del azar aquella vieja y amarillenta carta callo en sus manos, carta en la que Liliana solo atino en leer las palabras “Camilo, querido Hijo tal ves te sorprendan estas letras; pero la actitud que as mostrado durante tu vida……… me obliga a crear esta cláusula: las propiedades heredadas por mi hijo Camilo López solo serán puestas a su nombre cuando este se encuentre casado con una dama decente del siguiente listado: Liliana xxxx, Maria Ester xxxx,………

Texto agregado el 15-12-2007, y leído por 249 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
16-12-2007 Se nota que era mala la suegra... leobrizuela
 
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